Si el peso pierde valor, se traduce en más inflación

Se dice que las personas y los mercados oscilamos entre el miedo y la ambición. Durante las crisis, naturalmente nos asalta el miedo y tanto las personas como las instituciones suelen buscar la seguridad. En términos financieros la seguridad es tener liquidez. Por eso no es de extrañar que ante una crisis como la actual haya un aumento de activos líquidos. Eso permite que los principales bancos centrales emitan dinero para fortalecer el crédito y al mismo tiempo abastecer la mayor demanda de liquidez. En Argentina no funciona así porque la moneda local no ofrece seguridad y cuanto más emite el Banco Central para financiar el déficit fiscal o el sistema bancario, más fuerte es la presión sobre el dólar, que es el activo seguro.

Cualquier persona que haya tenido experiencia en nuestra volátil economía ha experimentado la fuerte relación que hay entre el dólar y la inflación. Pero muchas veces se confunde la naturaleza de esa relación y se buscan explicaciones en cuestiones como los costos de los insumos importados o de los exportables. Es cierto que la suba del dólar puede tener un impacto en los precios relativos y que eso se refleje en alguna medición de precios. Pero eso no explica la inflación. La inflación es una suba continua y relativamente homogénea de todos los precios de la economía.

Los tipos de cambio se mueven continuamente en todo mundo y la mayoría de los países no experimentan inflación. En Brasil, por ejemplo, el dólar subió de 3,8 reales a principios del 2019 a 5,8 reales esta semana, o sea, 52% en casi un año y medio. Sin embargo, en estos últimos meses la inflación bajó de 4,3% anual a finales del año pasado a 2,4% en abril. En Chile el tipo de cambio pasó de 678 pesos chilenos en enero de 2019 a 838 pesos chilenos esta última semana. Pero la inflación no se vio afectada por esa suba del dólar.

Por lo tanto, si bien la devaluación o la suba del dólar puede empujar más los precios de algunos bienes, por su efecto sobre los precios relativos, no es la causa de la inflación. La relación entre suba del tipo de cambio y los procesos inflacionarios, está en el valor del peso. La inflación básicamente es la pérdida del valor de dinero medido en términos de bienes, mientras que la suba del tipo de cambio refleja la pérdida del valor del peso argentino con relación al dólar.

Por lo tanto, la inflación y la suba del dólar en los mercados libres reflejan una caída del precio de nuestra moneda, sólo que medido con diferentes termómetros. Ello implica dos cosas: en primer lugar, que la inflación y la suba del dólar reflejan un problema en el mercado monetario y, en segundo lugar, que los dos termómetros tienen características diferentes.

Si lo que está bajando es el precio de nuestra moneda, es porque hay un exceso de oferta monetaria, lo que puede significar mucha emisión por parte del Banco Central o una caída en la demanda de dinero. En la Argentina actual, con una presión y complejidad tributaria descontrolada debido al elevado gasto público que resulta difícil de financiar y con un déficit fiscal que está creciendo violentamente por el coronavirus, la única fuente de financiamiento del Estado es la emisión monetaria. De hecho, desde noviembre se han emitido unos $ 900.000 millones para financiar el déficit del fisco, lo cual por sí solo representa un aumento de la base monetaria de casi 50%. A ello hay que sumarle que, en el último mes, el Banco Central empezó a devolverle dinero a los bancos, que estaba en encajes y Leliq, para que puedan prestar durante la pandemia. Lo cual implica una expansión monetaria adicional.

Esto último es parecido a lo que ha sucedido en otros países donde los bancos centrales inyectaron liquidez en el sistema bancario. Sin embargo, en Argentina sus efectos son diferentes. En primer lugar, en otros países, la expansión crediticia vía emisión monetaria, durante las crisis, tiene como contrapartida un incremento en la demanda de liquidez por parte de la sociedad; que incluso puede superar ampliamente el incremento en la oferta de dinero si es que cae el multiplicador bancario. Eso, si la moneda es sólida. Cosa que no sucede con el peso.

En segundo lugar, porque la principal expansión de liquidez no es por motivos crediticios, sino por motivos fiscales. De hecho, si tomamos los últimos dos meses solamente, la expansión monetaria destinada al fisco representa las dos terceras partes de la emisión y solo un tercio está destinado al sistema crediticio. La emisión monetaria ha crecido mucho más que la demanda y eso se refleja en el precio de nuestra moneda, en el mercado del dólar libre.

El otro termómetro es la inflación. Sin embargo, este termómetro es más lento y no reacciona tan rápidamente. Las estimaciones indican que los desbalances monetarios tardan entre seis meses y un año en verse reflejados en la inflación. Incluso, como se vio en el dato de la inflación de abril en el muy corto plazo los números de inflación pueden no reflejar el desbalance monetario, porque la pandemia y las restricciones establecidas, han generado un enorme shock en el mercado de bienes y que ha provocado cambios violentos en los precios relativos y afectado la posibilidad de medir correctamente los precios. Por ello, es posible que en el corto plazo esto no se refleje en los precios. Pero lo que es indudable es que si el peso sigue perdiendo valor, ello se verá traducido en más inflación.

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