La Argentina no debe esperar que la Casa Blanca haga borrón y cuenta nueva

El sistema político estadounidense debió soportar que lo criticaran por no haber podido resolver con celeridad el escrutinio de las elecciones presidenciales. La demora, sin embargo, no fue una señal de debilidad, sino todo lo contrario. En una democracia manchada como la Argentina, episodios como el que vivieron los americanos hubieran sido impensados, porque nadie lo asimilaría como parte de un sistema que funciona sino como una anomalía que dispararía alarmas de todo tipo.

EE.UU. es una república federal, en la que los estados tienen atribuciones y potestades que nunca delegaron en el poder central. Y por eso cada uno tiene sus propias reglas de votación, que pese al contexto de la pandemia fueron respetadas al pie de la letra. Por eso hubo votos por correo admitidos hasta el propio martes, que debieron ser procesados en los días siguientes.

Y aunque el presidente en ejercicio usó el estrado de la Casa Blanca para denunciar intentos de fraude de su oponente, el sistema se sacudió pero no se derrumbó. A Donald Trump no le quedaba nada de crédito, y por eso con el transcurso de los días su voz se fue apagando. Ayer el ex presidente republicano George Bush felicitó al demócrata Joe Biden por su victoria. Fin de la historia.

Estados Unidos es, al fin y al cabo, un país predecible, en el que la Casa Blanca es una fuente de poder pero no la única. Por eso el factor que todavía queda por computar es el balance de la elección legislativa, ya que el Capitolio es el dueño de la llave presupuestaria, y ese resorte es decisivo para saber si habrá fondos para las prioridades de la nueva gestión.

La Argentina tiene expectativas positivas sobre el cambio de mando en EE.UU. Aunque el gobierno de Alberto Fernández en general no se llevó mal con el pragmatismo de Trump, en los hechos fue víctima de varias de sus políticas. El proteccionismo que empujó el mandatario saliente trabó exportaciones de biodiesel y de productos siderúrgicos. En materia financiera, el magnate republicano en general fue concesivo cuando el FMI tuvo que discutir la situación del crédito otorgado al país, tanto con Mauricio Macri como con Alberto Fernández.

Lo que no debe esperar el gobierno argentino es que el cambio de color político en la Casa Blanca genere un movimiento pendular como suele pasar en nuestro país. Biden no va a descartar de un plumazo las decisiones de Trump. Reincorporará a EE.UU. a los acuerdos contra el cambio climático pero no va a abandonar el proteccionismo. Evaluará las preferencias arancelarias que hoy benefician a la Argentina pero sin dejar de escuchar al lobby agrícola o de las grandes acerías americanas. Mantendrá al presidente del BID, la cercanía con Brasil y las críticas a Venezuela. Ser un país predecible en donde los sistema funcionan, también implica que ningún cambio se haga al estilo "borrón y cuenta nueva".

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