Billetera mata galán, gradualismo al revés y la choza de barro: ¿dólar en 21?

La casa está inundada: ¿salvamos al bebé o a la mesa de ping pong?  Nuestra nación requiere un mensaje “a lo Churchill , sólo los países ricos pueden darse el lujo de la felicidad inmediata. Me preocupa que se anuncie que “lo peor ya pasó cuando enfrentamos una nación con rotundas dificultades para crecer sostenidamente y un mundo que ya cambió de dirección subiendo tasas de interés. De esta forma, relatar a los argentinos una realidad que todavía no existe puede frustrar a todos. Como sociedad, podemos seguir comprando esta cómoda historia virtual, escuchando a un siempre disponible y amigable violín, que efímeramente nos endulce los oídos a fuerza de shock de consumo y endeudamiento, desentendiéndonos de la realidad y escondiendo convenientemente la cabeza, como el avestruz. Por supuesto, podemos también hacer lo que no hicimos nunca: desafiar las aparentes bondades del populismo e intentar de una vez por todas, algo que funcione. La sola resolución del drama de nuestra pobreza  nos llevará décadas de esfuerzo y perseverancia, percibo sin embargo, una notable subestimación a los dilemas de largo plazo que como sociedad deberemos resolver si queremos dejar de ser este país devastado al que nos condenaron siete décadas de desaciertos. No sólo algunos economistas locales “no estamos entendiendo las elocuentes bondades de este plan económico. Parecería ahora que Wall Street se está sumando al club de los que “no comprenden haciéndose hoy una pregunta que antes se guardaban: ¿podrá Argentina converger en el próximo lustro o esto que observamos es el preludio a otro evento de estrangulamiento externo? Tal vez, esto explica por qué los bonos largos argentinos perdieron 13% de valor en tres meses, sumándose ahora los ADRs que también han estado operando muy negativos en las últimas ruedas, indicando una generalización en las dudas que trasciende a los “plateístas o “liberalotes . Si Wall Street creyese que lo peor ya pasó, los bonos argentinos estarían subiendo en vez de bajar, tal como lo hace Brasil. La razón es que la Argentina de la felicidad inmediata contrasta contra la Argentina de la no convergencia, un escenario a cinco años vista en donde podríamos culminar estrangulados y por lo tanto, presa nuevamente del populismo extremo: ¿si la lotería del crecimiento no se da, cuál es nuestro plan B? Gobernar hacia la convergencia obliga a mayores costos políticos y a una cristalina definición de prioridades basadas en la autofinanciabilidad de objetivos. Nos está haciendo falta subir el sentido de la urgencia y asumir un desequilibrio general que atenta contra la sustentabilidad  de muchos reclamos, todos justificados pero de correspondencia imposible para una nación en acuciante rojo fiscal. Decidimos vivir con tarjeta de crédito, lo cual bajo ciertos parámetros, puede resultar hasta conceptualmente aceptable. Lo preocupante sin embargo, es observar la parsimonia con la que se intenta utilizar esta pequeñísima ventana de oxígeno que dicha tarjeta nos viene comprando. Corremos el severo riesgo de quedar atrapados en una gran parábola donde en 2019 nos demos cuenta que nuestros males terminan siendo similares a los heredados en 2015, pero con una enorme diferencia: una deuda externa sustancialmente superior o sea, tarjeta al límite y una casa que seguiría siendo la misma choza de barro que en los tiempos K. Subestimar la realidad puede traer profundas consecuencias, recuerden que fue el default del 2001 el que le dio origen al kirchnerismo. Mi principal preocupación entonces, es que esta relajada parsimonia que percibo pueda sentar las bases hacia otro ciclo devastador de populismo extremo, en el que perderíamos todos.

La nube de humo que esconde al árbol: somos muy pobres, no hay plata. En estos últimos días observé preocupado que de golpe, se intenta debatir sobre varios temas nuevos en medio de una coyuntura en donde las buenas noticias económicas no abundan, ¿será una cortina de humo que estaremos creando para distraernos de los problemas que nos condicionan o simplemente obra de la mera casualidad y un hito de creatividad, para una nación que se caracteriza precisamente por su falta de innovación política? Sin dudas, cada uno de estos tópicos es sumamente relevante para nuestra vida social y republicana, pero a pesar de su merecida importancia no debería desconcentrarnos de los cinco principales dramas cuya no resolución condicionarán totalmente al resto de nuestras discusiones incluso, el destino final de este incipiente ciclo parabólico. Los argentinos somos campeones olímpicos a la hora de confundir prioridades y nos olvidamos por momentos que somos una nación sumamente empobrecida y en estado de bancarrota; consecuentemente deberíamos adoptar un sentido de emergencia acorde a nuestra cruel realidad. Ante todo hay que corregir un rojo fiscal y un desequilibrio estructural que nos devora cotidianamente, y deberemos entender alguna vez que nuestra piramidal pobreza lamentablemente, nos condiciona en todos los otros frentes. Por ello ahorremos energía en debates temporalmente innecesarios y sumamente distractivos no porque no merezcan atención sino porque primero resulta esencial asegurar la autofinanciabilidad de dichas discusiones, si la caja no cierra todo sucumbirá en consecuencia. Para dedicar nuestro tiempo a temas de segundo orden, se viene el mundial. Reservémonos toda la desconcentración posible para entonces y al menos no perdamos el foco en estos meses, para reponernos de un veranito que resultó ser al mejor estilo argentino: bien caliente y plagado de incertidumbre. Mientras todos vacacionaban, se vino la devaluta del 15% en otro clásico veraniego y no creo que termine aquí. Recomendé a mis clientes dolarizar carteras desde diciembre del 2017 y no veo razón alguna para cambiar de opinión.

Los cinco dramas de la bancarrota: intenté correr 30 KM sin entrenar, le puse fe y esperanza, pero se me contracturó el gemelo. Lamentablemente, en la Argentina de hoy no queda claro todavía si esto a lo que llamamos gradualismo nos hará converger a Perú a diez años vista o a Uganda, el populismo extremo siempre asecha en entornos de tan elevada pobreza como el que padecemos, lo cual convierte al equilibrio político actual en uno sumamente frágil e inestable. En este marco en el que levitamos parecería que la estrategia adoptada es tan lenta y frustrante, que hasta pondría ansioso al mismísimo oficialismo, el padre inequívoco de una criatura que parece no traccionar nunca a la velocidad requerida. Nuestro debate ineludible y sin una sola distracción debería centrarse en los siguientes cinco dilemas que ponen muy incómoda a una clase política que no puede, ni quiere, ni se anima a resolverlos y siempre que tiene la chance, esquiva el tema y habla de otra cosa. Primero, déficit financiero en 6.5% del PBI . Segundo, déficit de cuenta corriente del sector externo en 4% del PBI. Tercero, inflación y expectativas en alza, lejos del 15% de meta para 2018. Cuarto, un endeudamiento externo de 35.000 millones de dólares anuales y subiendo por la dinámica de los intereses que en el mundo se insinúan en alza. Quinto, una pobreza gestada a lo largo de décadas que hoy está en poco menos de 30%. El estado crítico de nuestra macroeconomía es generalizado y a dos años de iniciado el gobierno lamentablemente se respira un aire de creciente decepción.

¿Un gradualismo que cambió de signo? Originalmente creí entender por gradualismo la “lenta resolución de una larga secuencia de distorsiones heredadas en especial, nuestro enrojecido sendero fiscal y nuestra sumamente anormal estructura microeconómica. Sin embargo, en este último tiempo, observo con sorpresa un aparente cambio de dirección que parecería implicar ahora el “lento deterioro de nuestros principales indicadores económicos, lo que me hace concluir que quizá estemos observando el lado más oscuro del populismo: “un gradualismo al revés entendido como el “parsimonioso empeoramiento de nuestra economía a lo largo del tiempo, la probabilidad de que este escenario prevalezca claramente, no es cero. La economía tarde o temprano te da un golpe de realidad y aunque a todos nos siente cómodo ignorar momentáneamente la coyuntura, el equilibrio general de la Argentina sigue sin cerrar tal como lo hacía en 2015, de ahí la permanente súplica a la fe y a la esperanza. A pesar de dos años de un profundo e intenso endeudamiento, nuestro país a nivel microeconómico sigue siendo casi tan “kirchnerista como en 2015 y por lo tanto, pretender generar un sendero próspero de crecimiento sostenido en estas condiciones, resulta en una utopía potencialmente peligrosa. Es probable que el primer mandato del presidente Macri culmine con un PBI per cápita similar al 2015, pero con un endeudamiento de 160.000 millones de dólares adicionales o lo que es lo mismo, 30% del PBI de nueva deuda. Corremos hoy el severo riesgo de estar equivocándonos en dos frentes: 1) gradualismo en reversa, entendido como el conflicto entre resolución o empeoramiento, 2) velocidad, ya que no tenemos 100 años para resolverlo y esto los mercados, que miran con impaciencia, lo saben muy bien.

La lotería del crecimiento sostenido: las metas fiscales y una verdad a medias. El déficit primario es 4% del PBI. Podríamos haber ahorrado en tres conceptos: a) obra pública se gasta 2% del PBI, b) reparación a jubilados 1% del PBI, c) reducción de subsidios 2.5% del PBI, que ya se gastó en otra cosa. Con estas tres correcciones indicativas no más, podríamos estar acercándonos al superávit primario, por lo que el sendero fiscal escogido no es el único posible.Hay dos mediciones esenciales del déficit, una intermedia y otra final. La intermedia está representada por el déficit fiscal primario que abarca todos los gastos e ingresos del estado sin considerar intereses por endeudamiento. La final está representada por el déficit financiero, que además de todo lo involucrado en el déficit primario, incluye también a los intereses de la deuda. Por lo tanto, el déficit primario es un cálculo secundario, lo que considera al total y por lo tanto, lo que importa al final de cuentas, es el déficit financiero. El plan del gobierno es reducir en los próximos años el déficit fiscal primario, lo cual está muy bien. Lo preocupante es que a lo largo del tiempo se irá mostrando una mejora en el renglón secundario, “déficit primario , al mismo tiempo que se generaría un empeoramiento en el único renglón relevante, “déficit financiero . Es posible entonces, que esta administración culmine con el “renglón que importa en un estado peor aún que el prevaleciente en el gobierno de CFK. Es por esta razón que se hace sumamente necesario incrementar la velocidad hacia la convergencia de un sendero fiscal creíble y sostenible. Cada año que se pierde, se incrementa la carga de intereses con el potencial de neutralizar y hasta doblegar todo avance en la reducción del déficit fiscal primario. La apuesta final para que el déficit financiero eventualmente también converja, es crecer muy fuerte por muchos años, lo cual, ante la falta de reformas estructurales se convierte en un evento muy improbable. Otra vez, nuestra ansiedad nos enfrenta a la paradoja del huevo o la gallina. Nos es causalidad, ni obra de la mala suerte que la lluvia de inversiones no aparezca. Todo inversor al que el 2018 lo agarró desprevenido pudo ya tener pérdidas muy sustanciales en su cartera, operar 2018 con la misma estrategia que 2017 parecería haber sido un grave error. En este contexto, no me sorprendería imaginar a un mercado internacional que siga con dudas en los bonos largos argentinos sumado a tasas norteamericanas subiendo también, lo cual es una razón adicional para esquivar bonos de alta duration (superior a 7 años). El amor de Wall Street por la Argentina no terminó todavía, pero ciertamente es uno que hoy involucra muchas más dudas que en el pasado reciente y nosotros sin embargo, entretenidos debatiendo la derivada cuarta.

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