Alerta de paradigma: por qué la empatía sola ya no alcanza y cuál es el componente que se necesita en este tiempo complejo
Conectar con empatía, y actuar con compasión.
Parece tan fácil de decirlo, pero la práctica diaria demuestra que en la mayoría de las sociedades se vivencia poco.
Sin embargo, empatía y compasión son dos cosas distintas, y es esencial poder distinguirlos para fomentar el apoyo a los demás y el autocuidado.
Muchas personas asocian la compasión con la lástima, con sentir pena o con esbozar un sentimiento de cercanía hueca, lo que es fácilmente detectable en todo tipo de entornos del trabajo.
Según un estudio publicado en Harvard Business Review, muchas veces estos dos términos se asocian con "simpatía", aunque son completamente diferentes.
Una forma de distinguir la lástima de la compasión, es la actitud que asumimos frente al dolor ajeno: la lástima puede connotar superioridad, mientras que la compasión se fundamenta en el respeto y la igualdad.
Por su parte, simpatía y empatía son escalones hacia la conexión humana, pero no son intercambiables. La escucha empática, por ejemplo, demanda una atención libre de juicios, ofreciendo apoyo incondicional, a diferencia de la simpatía, que podría inclinarse hacia el consejo bienintencionado o simplemente el "oír" con una mueca de sonrisa, fingiendo interés, pero no es lo mismo que escuchar.
La diferencia entre lástima, simpatía y empatía
Para distinguir estos tres conceptos tan presentes en la vida cotidiana, aquí van algunas ideas:
- Lástima: es un sentimiento de pena por el sufrimiento de otra persona. Es una emoción que, si bien puede querer ser útil, a menudo se asocia con una sensación de superioridad o de distancia; y, fundamentalmente, no pasa a la acción de ayudar o aliviar al ser sufriente, ya que queda en lo declamativo o en un sentimiento contenido.
- Simpatía: es un sentimiento de comprensión y apoyo hacia otra persona. Es una emoción que puede ser motivadora en forma superficial, pero a menudo se asocia con un sentimiento de impotencia, de fingir interés, y de querer suavizar lo que le pasa a los demás. También falla en el pasar a la acción.
- Empatía: es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otra persona. Es colocarse en la perspectiva de los demás para sentir y vivenciar lo que está pasando, y mantener una serena presencia para acompañar y aportar de la mejor forma posible. La empatía nos lleva a resonar con las emociones de los demás, a diferencia de la simpatía, que se limita a reconocerlas sin necesariamente compartirlas.
Desde esta perspectiva, es fácil darse cuenta de que la simpatía nos mantiene en nuestro propio punto de vista, mientras que la empatía nos desafía a ver el mundo a través de los ojos del otro.
Y en cuanto a la apertura emocional, la simpatía no requiere una conexión profunda; cuando, por ejemplo, se quiere demostrar cordialidad entre colegas o con familiares que no toleramos demasiado.
En cambio la empatía implica una disposición completa hacia la vulnerabilidad del otro, para percibir lo que siente desde su perspectiva, estar allí, en total presencia, y acompañar de la mejor forma posible, sin mimetizarse (aquí aparece el componente del autocuidado).
Compasión: componente clave para este tiempo
La compasión incorpora dos elementos clave: entender el sentimiento del otro y la disposición a actuar para mitigar su sufrimiento.
Desde hace siglos se ha estudiado una gran paradoja humana: al ayudar a los demás, quien lo hace siente mayor plenitud y bienestar. Por eso es frecuente escuchar lo que dicen todas las personas que donan su tiempo o hacen servicio: afirman que reciben mucho más de lo que dan
La conexión con el dar, con el ser y con el estar junto a alguien que está vulnerable o sufriendo, crea una experiencia cercana, íntima y genuina basada en un real interés por la otra persona.
Esto mismo podemos llevarlo a nuestra familia, amigos, círculo profesional, integrantes de toda una empresa, un barrio, ciudad y toda la sociedad. Imagina la transformación que se puede dar al crear conexiones más humanas.
Al mostrarnos más compasivos, podemos acompañar sin sentir lástima, y ser empáticos sin caer en la ecpatía, que es el exceso y distorsión de involucrarse tanto que terminamos lastimados por dentro, y así no podemos ayudar.
La compasión es más profunda y consistente. Es sentir una sana conexión y hasta ternura hacia el sufrimiento de otra persona. Es un deseo activo de aliviar el sufrimiento de los demás y de ayudarles a superar sus dificultades.
Los 3 componentes de la compasión
La compasión tiene tres componentes principales: humildad y entrega, el sentido de responsabilidad y una acción prudente.
- Humildad y entrega: es la forma de conectar con la persona que está padeciendo, con total disposición a estar presente, dejando de lado tu ego.
- Sentido de responsabilidad: es el deseo de ayudar a alguien que está sufriendo, y de hacerle saber que puede contar contigo en lo que esté a tu alcance. Y cumplir tus promesas.
- Acción prudente: es la voluntad de actuar para aliviar el sufrimiento de otra persona. La prudencia es necesaria por cuanto las personas vulnerables o en situaciones de sufrimiento no están con su total capacidad para tomar decisiones, discernir o regular sus emociones. Entonces, la prudencia de quien siente compasión es saber cuándo estar, cuando hablar y cuándo callar, respetando la integridad, los derechos y la condición de la otra persona. Es caminar con algodones en esas situaciones, como me gusta decir.
De esta forma queda claro que la compasión se diferencia de la lástima, la simpatía y la empatía en que no se limita a sentir pena por el sufrimiento de otra persona. La compasión implica un deseo activo de ayudar a esa persona a superar su sufrimiento.
4 tips para ser más compasivos
Si quieres elevar tu cuota de compasión en tu paso por el mundo, en cualquier ámbito, aquí van tres ideas que te van a ayudar si las sostienes en el tiempo:
- Practica la empatía: intenta comprender los sentimientos de las personas que te rodean, incluso cuando sus experiencias sean diferentes a las tuyas.
- Actúa para ayudar a los demás: cuando veas que alguien está sufriendo, haz algo para ayudarle, incluso si es algo pequeño. La mayoría de las veces es suficiente con acompañar en silencio, o mirar a los ojos.
- Sé paciente contigo mismo y no quieras controlar a los demás: la compasión es una habilidad que se puede aprender y desarrollar con el tiempo, practicándola continuamente.
- Evita querer controlar a los demás: muchas veces se actúa desde el ego, y allí aparece el afán de manipular, darle órdenes y querer forzar a la otra persona. Recuerda que la intención no es controlar, sino aliviar. Observa si quieres manipular de alguna forma a la persona vulnerable, y ese es el momento de detener toda acción, más allá de que tengas buenas intenciones.
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