
Dos razones explican el crecimiento de la pesca y la comercialización del langostino en la Argentina. La primera ancla en el adecuado manejo del recurso, algo así como una política de Estado que ha recorrido diversas administraciones en las últimas décadas y que no abunda en otros segmentos de la economía. El segundo es de carácter natural y tiene que ver con una explosión demográfica de la especie en aguas de jurisdicción nacional.
Esta combinación de factores transformó al langostino en un recurso singular. Tal fue el impacto multiplicador que la industria pasó de pescar y procesar 40.000 toneladas en la primera década del siglo a capturar hasta 220.000 toneladas anuales, con un precio que tocó la cifra record de US$ 9000 la tonelada.
El salto productivo, el hallazgo de una especie con precios internacionales en alza, la fuerte demanda del mercado externo y una suerte de bendición de la madre naturaleza, teniendo en cuenta que el fenómeno tiene lugar casi exclusivamente en aguas argentinas, forzaron la comparación: el langostino pasó a ser la soja del mar.
"El langostino fue al negocio pesquero lo que la soja al campo. Es un recurso que se explota desde hace muchísimo tiempo, desde la década del '70, pero no en los volúmenes que se dieron a partir del 2010. Eso fue un boom para la industria, también para el país porque se posicionó mundialmente en la industria del langostino como un gran jugador. Sobre todo, permitió a muchas empresas, en especial las integradas, organizar negocios que venían siendo deficitarios o con una curva de rentabilidad negativa. El langostino fue el que vino a salvar las papas", explica Federico Angeleri, director comercial del Grupo Veraz.

Angeleri sabe de lo que habla. Su gestión es la tercera generación en una compañía que está integrada en la cadena de valor pesquera desde la construcción de buques en la casa matriz del grupo, el astillero naval Federico Contessi, y que termina de tomar forma con una serie de firmas que se dedican a la extracción de pescados, procesamiento y comercialización del producto, principalmente al mercado exportador. El grupo cuenta con cuatro buques congeladores dedicados ciento por ciento a la extracción y elaboración a bordo de langostino argentino, y cuatro fresqueros de altura, que llevan el producto a tierra para ser procesados. El trabajo final se realiza en algunas de las cuatro plantas que Veraz tiene distribuidas sobre la costa Atlántica: dos en Mar del Plata, una en Rawson y otra en Puerto Deseado.
El negocio del langostino tiene un claro perfil exportador.La demanda del mercado interno apenas si llega al 5 por ciento del total, en el mejor de los casos. La industria trabaja con dos formatos: congelado a bordo y congelado en tierra, en una temporada anual que se desarrolla entre noviembre y marzo en aguas provinciales del Golfo San Jorge -hasta la milla 12-, con barcos chicos y pesca artesanal, y en aguas nacionales -entre junio y octubre-, hasta la milla 200 con buques de mayor calado.
"Congelado a bordo se pesca y procesa en barcos factorías a 90 o 100 millas, y se congela en el mismo barco. Se empaquetan en cajas de dos kilos que van a las góndolas. En el barco solo se puede hacer entero y cola -cuenta Diego Glikman, director de Newsan Food-. En la versión congelado en tierra los barcos pescan y traen el producto fresco que se procesa en las plantas que están en el continente. Ahí se empaqueta como uno quiere".
Las cajas de dos kilos procesadas a bordo tienen como principal destino a China, Japón y la Unión Europea, con España e Italia a la cabeza. Esos son los países que dominan el mercado. La factura en tierra, en cambio, permite presentar el producto en formatos distintos y vender también los subproductos. "Se llega a una cantidad de mercados muchísimo más amplia, como Estados Unidos. Por ejemplo, Perú y Tailandia compran las colas para reprocesar. También se llega más fácil a los supermercados europeos", agrega Glikman.
Los desafíos
Claro que no todo va viento en popa en la industria del langostino. El impacto de la pandemia de Covid en China retrajo la demanda de uno de los principales jugadores del mercado internacional. Y la guerra entre Ucrania y Rusia hizo otro tanto en torno a las compras de Moscú. El efecto fue inevitable: el precio de la tonelada cayó hasta US$ 6000.
"El congelado a bordo pasó de US$ 9 en el 2021 a un piso de 5,50 o 6 el kilo, es decir US$ 6000 la tonelada. Perdió un 30 por ciento directo en cuanto al precio, se destruyó", enfatiza Glikman. Así y todo, de los US$ 2000 millones que genera la exportación pesquera en la Argentina, US$ 1200 millones son aportados por la captura y comercialización de langostinos. El recurso explica aproximadamente el 60 por ciento del total. Las cifras, igualmente, ponen paños fríos sobre la comparación con la soja. "La pesca es el octavo polo exportador de la Argentina. Estamos lejos de la soja. Los dólares de la Argentina dependen del poroto y no de la pesca. La pesca suma. No es para despreciar".

En este escenario de precios en baja hay compañías como Food Partners Patagonia que han logrado surfear la ola montando una estrategia comercial que apunta a segmentos premium. El plan rindió frutos y hoy la empresa logró convertirse en un proveedor clave en los Estados Unidos, posicionándose en un mercado de alto target.
"Es un trabajo que se empezó a hacer desde el inicio y que implicó formación, capacitación del equipo y luego acompañar eso con certificaciones de calidad de Responsabilidad Social Empresaria. Son destinos premium que implican esos requisitos", detalla Carlos Molina, gerente General de la firma.
Al mercado del langostino, sin embargo, no solo lo afecta hoy en día la caída de los precios. Los empresarios consideran aún más grave el atraso cambiario que los lleva a cobrar las exportaciones al valor del dólar oficial. Según explican, han sufrido una pérdida del 35 por ciento en 2021 y otro tanto en 2022.
Si a la merma del precio internacional y al atraso cambiario se le agregan que la exportación de langostinos enfrenta retenciones que oscilan entre el 6 por ciento para el producto entero, 5 por ciento para las colas -la venta de cola a granel paga 9 por ciento-, y del 3 por ciento para las facturas con mayor valor agregado, y que además deben abonar aranceles del 12 por ciento en algunos destinos, la pregunta surge inevitable: ¿Cuán competitiva es la exportación del marisco?
Angeleri, del Grupo Veraz, parece tener al menos una parte de la respuesta: "Somos competitivos porque también somos únicos. Somos únicos en langostino porque tenemos la suerte de que se pesca mayormente en la Argentina. Si bien la especie se puede encontrar en el sur de Brasil y de Uruguay, la realidad es que no hay volumen para hacer una pesca industrial. En el mundo la pesca de langostino salvaje está en torno a las 500.000 o 600.000 toneladas, y nosotros tenemos casi la mitad. Es un número muy importante".
En expansión
Teniendo casi todas las condiciones a favor, queda por saber si existe todavía margen como para ampliar la pesca y el procesamiento del langostino, y así multiplicar las divisas de la exportación. Casi todas las respuestas de los actores son negativas y la explicación es binaria: una radica en la protección y sustentabilidad del recurso, la otra pasa por no inundar el mercado, saturar stocks y terminar por empujar los precios aún más a la baja.
"Hoy la discusión está centrada en cómo hacemos para frenar ese crecimiento de la búsqueda del recurso pesquero, porque si todo el mundo va a pescar langostino, vamos a poner en crisis ese recurso -dice Eduardo Boiero, presidente de la Cámara de Pesqueros y Congeladores de la Argentina-. Creemos que no hay margen para que se incremente la pesca, ni desde el punto de vista pesquero ni desde el punto de vista del negocio. Eso generaría una superoferta del producto y ya tenemos una baja del precio para el producto congelado a bordo. Afectaría mucho el negocio".
Lo que Boiero propone desde la entidad es ir hacia un sistema más controlado que imponga cuotas de pesca. En la actualidad el langostino se captura bajo el sistema olímpico, es decir que se otorga a las empresas un permiso de pesca que no tiene límites de extracción. Pero la cuotificación genera debates ya que, tal como lo establece la ley, premiaría a las compañías con mayor trayectoria en el mercado, perjudicando a las nuevas.
Molina, gerente de Food Partners Patagonia, se opone a esa receta y señala que, antes de ponerle límites a la actividad, una salida podría ser intentar ampliar mercados. "Todo recurso tiene que ser sustentable pero dentro de ese marco debe ser aprovechado en la mejor forma para que genere beneficios económicos para todos", recalca.
La actividad atrajo capitales de todo el mundo. España, Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur y China son protagonistas, aunque la normativa argentina los obliga a asociarse con firmas locales e inscribir sus barcos en el registro de buques, ya que la pesca la realizan sólo naves bajo el pabellón nacional. "Creo que el fenómeno del langostino vino para quedarse", concluye Molina.
Esta nota se publicó originalmente en el número 351 de revista Apertura.













