

La detección precoz del Alzhéimer se ha convertido en un desafío clave para mejorar la calidad de vida de quienes comienzan a mostrar los primeros signos de esta enfermedad neurodegenerativa.
Aunque la pérdida de memoria suele ocupar la mayor atención, existe un indicio menos comentado que puede advertirse en el día a día: la dificultad para reconocer olores familiares. Y qué mejor escenario para ponerlo en evidencia que la cocina, ese espacio donde los aromas cotidianos suelen resultar tan evidentes como reconfortantes.
Cocina: cuando no distinguís el olor de un plato habitual
Imaginemos a Ana, de 68 años, preparando su clásica salsa de tomate casera. Mientras tiembla la cuchara sobre la olla, se frunce el ceño: "¿Lo habré sazonado bien?", piensa. Pero no consigue sentir el dulzor del tomate ni el perfume del ajo que siempre la distingue. Este tropiezo, aun cuando no existe ninguna infección respiratoria reciente, podría ser una de las primeras señales de alarma del alzhéimer.
El bulbo olfatorio, estructura cerebral encargada de procesar los estímulos del olfato, está íntimamente conectado con el sistema límbico, responsable de la memoria y las emociones. Cuando el alzhéimer comienza a dañar esas áreas, el olfato puede verse comprometido antes incluso de que la pérdida de memoria se vuelva evidente para el entorno.
Por eso, si un individuo advierte que ya no detecta con nitidez el aroma del café al despertar o que se confunde entre el perfume de una hierba y otra en la cocina, conviene valorar una evaluación médica especializada.

Ducha: el gel que ya no reconocés
Aunque la cocina suele llevarse la atención por la cantidad de olores que conviven en ella, la ducha también puede convertirse en un laboratorio de detección temprana. El gel de baño o el champú, productos con fragancias muy marcadas y que se usan a diario sin pensarlo, pueden dejar de resultar familiares. Al no percibir el aroma estándar del jabón favorito, la persona se sorprende y se alarma, pero no siempre relaciona esta falla sensorial con un posible inicio de demencia.
Detectar la incapacidad para identificar el olor de un gel de ducha o de un shampoo antes que aparezcan lagunas de memoria más evidentes brinda una oportunidad única: iniciar controles neurológicos y, en caso de confirmarse, avanzar con terapias que enlentecen el avance de la enfermedad.

¿Por qué se ve afectado el sentido del olfato?
El déficit olfativo en etapas tempranas del alzhéimer obedece a dos factores centrales:
Degeneración del bulbo olfatorio: las placas de proteína beta-amiloide y los ovillos neurofibrilares de tau, marcas registradas del alzhéimer, suelen acumularse en esta zona antes de hacerlo en otras regiones cerebrales.
Conexión límbica comprometida: al estar muy cerca de estructuras ligadas a la memoria, cualquier alteración en el procesamiento de los olores repercute en la evocación de recuerdos asociados.
Aunque la pérdida del olfato puede ocurrir por múltiples causas -desde resfriados hasta exposición crónica a contaminantes-, su persistencia sin un desencadenante evidente justifica un chequeo médico, especialmente después de los 60 años.
Estudios recientes y posibles pruebas olfativas
Investigaciones realizadas por la Universidad de Chicago han demostrado que simples tests de identificación de fragancias podrían convertirse en herramientas de cribado para poblaciones de riesgo.
Se trata de presentarle al paciente un set de viales con aromas cotidianos (café, lavanda, limón, etc.) y evaluar su capacidad de reconocimiento. Los resultados preliminares sugieren que quienes fallan con al menos dos de estas fragancias tienen un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer en los siguientes años.

En Argentina, algunas clínicas de neuropsicología ya incorporaron versiones adaptadas de estos estudios, incluyendo aromas locales como yerba mate y dulce de leche, para lograr una mayor precisión cultural.
Importancia de la detección temprana
Detectar síntomas olfativos en la cocina o la ducha no reemplaza un diagnóstico formal, pero sí actúa como disparador de un proceso de evaluación que puede incluir:
Resonancia magnética y tomografías para evaluar el tamaño del hipocampo.
Test neuropsicológicos de memoria, atención y lenguaje.
Análisis genéticos en casos con antecedentes familiares.

Cuanto antes se confirme la presencia del alzhéimer, más posibilidades existen de acceder a fármacos que retrasan el deterioro cognitivo, además de intervenciones no farmacológicas (estimulación cognitiva, actividad física, dieta mediterránea) que contribuyen a preservar la independencia funcional.
Por lo tanto, la próxima vez que prepares tu guiso preferido o te duches con tu gel de confianza, prestá atención a los aromas. Si advertís que ya no los distinguís tan claramente y descartás causas puntuales como un catarro, consultá con un profesional de la salud.
Lo que hoy puede parecer un detalle menor, mañana podría ser la clave para retrasar el avance de una enfermedad que afecta a más de 55 millones de personas en el mundo y a miles de familias en la Argentina. Detectar el alzhéimer en la cocina o la ducha podría marcar la diferencia entre actuar a tiempo o enfrentarse a un diagnóstico tardío.













