Las ventajas competitivas de México

Uno de los atractivos que tuvo el Nafta para que se llevara a cabo hace dos décadas fue que para las empresas norteamericanas y canadienses establecidas en México, los bajos salarios mexicanos significaban ventajas competitivas. Fue el mismo fenómeno que determinó que las empresas de todo el mundo localizaran su producción en China.
Anécdota aparte, el notable inversionista franco-inglés, James Goldsmith, que tenía negocios inmobiliarios en México y que se distinguió por pagar buenos salarios dijo: "Si pago cacahuates tendré monos". En esta brevísima aseveración se encierra una fuerte implicación económica y moral.
Ahora, ante la decisión del gobierno norteamericano de iniciar la negociación del Nafta, éste ha planteado varias cuestiones importantes, sobresaliendo entre otras, la necesidad de elevar los salarios en México como condición para que los productos mexicanos entren al mercado norteamericano sin aranceles.
Independientemente del curso negociador que puede tener este asunto, de entrada muy complicado por sus distorsiones e incontrovertible por su pertinencia, resulta sorprendente que sean factores externos asociados al libre comercio los que planteen la necesidad de abordarlo.
Globalmente estamos acostumbrados a asociar los incrementos salariales a la productividad, según dicta la racionalidad económica. Pero ello no ha ocurrido en México. No hay duda de que una política represiva en materia salarial ha puesto a México en la precariedad. Por supuesto que no es lo único.
Los datos de las cuentas nacionales de México nos dicen que mientras hace décadas los salarios representaban 40% del ingreso disponible, ahora han bajado a 28%. Esto explica que las utilidades se lleven 72%. Comparativamente, en los países desarrollados los salarios absorben 65% del ingreso nacional disponible y las utilidades 35%. Esto explica la fortaleza de los mercados internos de los países desarrollados, a diferencia del nuestro caracterizado por la debilidad.
Por estas razones no deben sorprendernos los datos ofrecidos hace una semana por la organización no gubernamental, Oxfam Intermón, sobre desigualdad, basados en tres criterios: 1) el gasto en educación, salud y bienestar social; 2) la política fiscal, y 3) salarios mínimos y las bajas por maternidad y paternidad remunerados. De los datos revelados para los países de la OCDE, los que ocupan los primeros cinco lugares porque tienen menor desigualdad son Suecia, Bélgica, Dinamarca, Noruega y Alemania. Mientras que el peor país por mayor desigualdad es México.
La otra cuestión importante planteada a petición del gobierno norteamericano es la corrupción. De nuevo es pertinente reconocer la influencia externa que presiona para que la corrupción interna pueda abatirse con el apoyo internacional, en especial en los acuerdos comerciales, en vez de entelequias como son las recomendaciones de las organizaciones internacionales. Abundan los casos de las empresas norteamericanas que operan en México y en el mundo que mediante corrupción con funcionarios pueden evadir el cumplimiento de reglas normativas.
Las dos cuestiones comentadas son de la mayor importancia en el contexto de la renegociación del TLCAN. l
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