El calor del verano en nuestro país era difícil de llevar. La pileta era para la clase alta que tenía espacio para hacer un pozo, plata para poner los azulejos y tiempo para limpiarlas.
En las ciudades la clase media recurría a las piletas de los clubes de barrio, mientras que en el interior los que podían llenaban el tanque australiano. A los sectores populares les tocaba refrescarse con manguerazos.
Hasta que en 1974, los hermanos Benevutti crean la Pelopincho, con una tela revolucionaria. Pero vayamos paso a paso.
La historia comienza en la pequeña localidad entrerriana de Crespo.













