Vamos a la historia de los recordados Faber Castell.

Comienza en 1761 cuando la revolución industrial hacía sus primeros progresos. La máquina a vapor adelantaba los tiempos de producción y acortaba las distancias. Y en Gran Bretaña y la Europa Occidental se acumulaba el capital, sobraba capital..

Por esos años Kaspar Faber, un carpintero, abrió un pequeño taller de lápices de grafito en Alemania, más precisamente en Stein, cerca de Nuremberg.

La producción era, todavía, muy artesanal. El trozo de grafito virgen debía ser cortado y limado a mano, formando una tabletilla delgada y larga que sería insertada entre dos trozos de madera, también cortados a mano. Todo debía coincidir perfectamente y al mismo tiempo no perder su natural calidad. Era un proceso que unía a la prolija elaboración del oscuro mineral con la más fuerte tradición carpintera