En el segundo trimestre de 2012 la creación de empleos aumentó un 2,2% anual, con una suba de 2,8% en los sectores productores de servicios, y una caída del 0,04% en los productores de bienes. Suele ocurrir que a la salida de una recesión la creación de empleo en la producción de bienes crece más que en los servicios, principalmente por dos motivos: i) por la mayor elasticidad ingreso que caracteriza el consumo de bienes durables y al aumento en la inversión que sigue a las recuperaciones (en ambos casos afectan los niveles de confianza); ii) por la mayor rentabilidad en la producción de bienes transables a que suele dar lugar el cambio de precios relativos que sigue a una devaluación de la moneda, muchas veces presente en las salidas de las recesiones.

Al dejar atrás la crisis del tequila, a mediados de los noventa, primó el primer efecto (sin devaluación), mientras que tras la crisis de la convertibilidad, ambos factores coadyuvaron para dar lugar a una fuerte creación de empleo en la producción de bienes. Luego del puntapié inicial, los servicios suelen acoplarse también creando empleo, que pasa a ser preponderante cuando los niveles de confianza y/o competitividad comienzan a declinar. Esto último es lo que se observó en 1998 o en 2008, que en ambos casos dio lugar a caídas interanuales en la generación de empleo en la producción de bienes, aún cuando se mantuvieran los números positivos en los servicios, al menos por un tiempo.

Desde mediados de 2011 se aprecia nuevamente un período en que por menores niveles de confianza y competitividad, la creación de empleo en la producción de bienes se ha debilitado, hasta un crecimiento nulo en el segundo trimestre de 2012. Queda la duda si en la última parte del año la generación de empleo en bienes se recuperará, por probables mejoras en la confianza, o si quedará atada a la suerte de la competitividad cambiaria, que más posiblemente seguirá empeorando varios meses más.

En Argentina, además de sus problemas estructurales en materia de competitividad, ésta ha resultado en variable de ajuste durante las etapas más comprometidas del ciclo económico. Repasemos la última etapa:

n Argentina ocupaba el puesto 44º en el año 2000, sobre un total de 58 países, en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial, pasando a ocupar el 94º lugar en 2012, sobre 144 países. Limitándose a 8 países latinoamericanos, Argentina pasó del tercer lugar en 2000 al séptimo en 2012, retrocediendo 4 lugares.

n Argentina dejó apreciar nuevamente el tipo de cambio real (TCR) del peso contra el dólar, hasta alcanzar en 2012 niveles semejantes a los existentes en el año 2001. Todo indica que en 2013, medido contra el dólar, el TCR resultará uno de los más bajos en más de medio siglo, ubicándose sólo por arriba del que había a inicios de los ochenta.

n Luego de la licuación inicial de salarios ocurrida en 2002, los costos salariales industriales unitarios y en dólares fueron recuperándose hasta ubicarse en 2012 un 70% por arriba del nivel de 2001.

n La presión tributaria alcanzó niveles nunca antes observados en Argentina, al instalarse en torno al 36% del PBI en 2012, claramente por arriba de lo esperable para nuestro nivel de PBI per cápita.

n Los reintegros ya no alcanzan a compensar a los exportadores industriales por los impuestos indirectos pagados a lo largo del proceso productivo, incorporados en sus costos (principalmente el impuesto al cheque desde 2001).

n Desde fines de 2011 se intentó compensar la caída en la competitividad con mayores trabas a las importaciones y controles de cambios, que terminaron agravando el sesgo anti exportador por escasez de bienes intermedios y de capital importados, y el encarecimiento de sus sustitutos locales.

n Se produjeron represalias de países afectados por nuestras medidas proteccionistas, que dificultaron la entrada de productos argentinos a sus mercados. Afectó especialmente a actividades exportadoras regionales.

n La ralentización en las transferencias a provincias, que en 2010 crecían un 34% las automáticas y 26,7% las discrecionales, mientras en 2012 lo hacen un 26% y 5%, respectivamente, indujo a que los gobiernos locales suban impuestos y tasas.

n Ante un menor ritmo de aumento en la recaudación nacional (34% en 2010 y 25% en 2012), se demoraron las devoluciones y reintegro a exportadores (-55,1% y -70,8% respectivamente, en el año), afectando su capital de trabajo y costos financieros.

n La incertidumbre generada indujo caídas en los depósitos en dólares en el sistema financiero y con ellos disminuyó el financiamiento a exportadores (ambos caen más del 40% el último año).

Argentina necesita una política de estado en materia de competitividad, que garantice que el modelo de inserción externa se mantenga a largo plazo y no quede sujeto a los avatares del ciclo económico o político interno. Es una condición clave si se desea que el país crezca a largo plazo, creando empleos de calidad. No es lo que se está observando en el último lustro, luego de un primer período (2003-2006) promisorio.