

Desde comienzos del Siglo XX hasta 1950, la economía argentina fue más grande que la de Brasil. Representaba cuatro veces la de Chile y cinco veces la de Colombia. A Venezuela le sacábamos diez cuerpos de ventaja. Justo a inicios de la década del 30, la Argentina llegó a significar prácticamente la tercera parte de América Latina. Fue el momento que trepó al octavo puesto del ranking mundial, por encima de países como Italia y España. Argentina potencia. Pero las cosas comenzaron a cambiar desde ese entonces. Y nunca más recuperó esa posición.
Ninguno de los últimos planes (modelos) económicos logró torcer la historia. Al contrario, ni los intentos estabilizadores en la época de Alfonsín ni la convertibilidad de Menem-Cavallo ni el actual proceso kirchnerista pudieron modificar la tendencia. La Argentina se sigue achicando respecto de sus vecinos latinoamericanos. Y pierde peso a nivel internacional.
¿Qué hicieron los demás para ganar terreno? Antes de sacar conclusiones ligeras, lo primero que debe señalarse es que, antes que fijarse en el resto, lo más sensato es echar un vistazo a lo que pasó en la Argentina en todos estos años.
Lo primero que resalta son las recurrentes crisis sistémicas que soportó la Argentina. Por mencionar sólo las últimas, el Rodrigazo de mediados de los años 70; la quiebra de la tablita de Martínez de Hoz en 1981; la híper del 89 y los saqueos; y la explosión de la convertibilidad hace una década. Cada una de estas crisis fue refundacional y, especialmente las últimas dos, incluyeron terremotos políticos. A diferencia de la Argentina, los demás países no atravesaron semejantes destrucciones de valor ni el volver a empezar que sí ocurrió acá.
La segunda observación es que, además de estas crisis terminales, otra diferencia con el resto de Latinoamérica radica en que la Argentina mostró vaivenes bruscos e indisimulables de sus modelos. Del agroexportador del período 1880-1930, donde se frenaba cualquier proyecto industrializador con tal de no confrontar con Inglaterra, por lejos el principal cliente del campo argentino, a una búsqueda casi exclusiva para agrandar el mercado interno, a partir de 1945.
Durante aquella época, en la que se agotó el modelo agroexportador tras el crac del 29 y un golpe de Estado determinó la discontinuidad del exitoso proceso (exitoso en términos de crecimiento pero no así en términos distributivos), la Argentina fue incapaz de mostrar un modelo de desarrollo que sea capaz de insertarse en el nuevo mapa mundial, con los Estados Unidos a la cabeza.
Distinto fue el caso de Brasil, por ejemplo, que sí pudo encarar un plan de desarrollo industrial de la mano del ex presidente Getulio Vargas y el Estado Novo. Un proyecto de país que jamás abandonó, ni siquiera en épocas de dictadura militar, y que marca la principal diferencia con lo ocurrido en la Argentina.
Chile también tomó su propio camino para crecer. Eligió atarse a la minería y desde allí hacer pie para fomentar otras producciones, como la vitivinícola, y a la realización de vastas obras de infraestructura como puertos y rutas. Con el cobre pudo complementarse con Estados Unidos, lo que le permitió concretar acuerdos comerciales sin que esa apertura le provoque perjuicios.
Fue a partir de la década del 50 que la economía argentina fue perdiendo posiciones. Brasil primero la emparejó y ya en el 52 la superó. El socio en el Mercosur estiró la distancia durante las siguientes cuatro décadas. Mientras Brasil se industrializaba, la Argentina dejaba de darle privilegio al mercado interno para volver a la matriz agroexportadora a mediados de los 50. Y desde entonces osciló entre ambos modelos hasta que en 1976 la dictadura militar se definió por un plan agroexportador. Hubo un desmantelamiento de la industria y una abrupta caída de los salarios. Pero no logró evitar un engrosamiento notable de la deuda pública.
Durante cuatro décadas, hasta inicios de los 90, la Argentina perdió posiciones de manera acelerada frente a Brasil y recién luego de la crisis 2001-2002 recuperó una pequeña parte. Medido a precios constantes, el PBI brasileño supera al argentino en 3,1 veces.
En relación con el resto de Latinoamérica pasó de representar la tercera parte en 1930 a menos de la octava parte ahora. Dicho de otra manera: respecto de sus vecinos, hoy la economía argentina es 2,7 veces más chica que hace 80 años. Argentina pasó de duplicar a México a ser la mitad de su economía en estos momentos. De quintuplicar a Perú a ser 2,5 veces.
Esa caída también se evidencia en la comparación con el resto del mundo. Si en 1950, la economía global era 59 veces la argentina, ahora esa relación es de 125 veces. En promedio, el resto del mundo creció el doble que la Argentina.
El fuerte crecimiento de los últimos años logró frenar el achicamiento frente al resto pero no alcanza para dar vuelta la historia. Justamente, la historia demuestra que eso sólo podrá ocurrir en caso de que el país se comprometa con un modelo económico consistente a largo plazo. Y para eso todavía falta mucho.










