

La transición energética es un fenómeno que ya está en marcha. Impulsados por la innovación, el capital y la regulación, los modelos de negocio están evolucionando rápidamente y forjan nuevas ecuaciones para crear valor. Hoy las empresas y los inversores sitúan la descarbonización en el centro de su estrategia, en tanto las presiones de la sociedad y los consumidores las obligan a buscar nuevas formas de colaboración.
Los paquetes de estímulo que pretenden fomentar la recuperación pospandemiatienen como objetivo crear economías y sistemas energéticos más resistentes. Esta situación se ha visto exacerbada con el conflicto en Ucrania, que disparó los precios energéticos a valores históricos y aceleró la transición energética en Europa. Industrias como la del petróleo, gas, energía, servicios públicos y productos químicos, convergerán en sistemas integrados.
De cara a 2030, las renovables crecerán exponencialmente. El gas natural tendrá un incremento modesto en la matriz y el carbón verá una caída.
La transición del actual sistema energético tiene un gran impacto:en la actualidad aproximadamente el 14% de la energía producida proviene de alternativas verdes.Para 2050, las renovables representarán la fuerza dominante. Aunque no está claro aun cuándo concluirá la transición, la dirección es clara: las empresas que adopten la descarbonización de sus cadenas de valor tendrán ventajas estratégicas competitivas y duraderas.
"Acertar en el proceso de transición energética es vital en muchas dimensiones: tecnológica, estratégica, medioambiental y económica. El alcance y los beneficios de las inversiones empiezan a ser claros y tangibles. La transición ya está en marcha. Si pretendemos que nuestros sistemas estén listos para cumplir con la ambiciosa agenda climática que el mundo demanda, el trabajo debe comenzar ahora", comenta Hernán Rodríguez Cancelo, socio de PwC Argentina.












