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La irrupción de la inteligencia artificial (IA) y la aceleración de los cambios en los modelos de trabajo obligaron a las empresas a repensar cómo gestionan sus equipos. La idea de que el futuro depende únicamente de la velocidad quedó atrás. Hoy, la agilidad no se mide en rapidez, sino en la capacidad de adaptación, en la flexibilidad para crear nuevas formas de trabajo y en la posibilidad de responder a contextos en constante transformación.

En este escenario, que quedó claro en Marca Empleadora y Talento, el evento que organizaron El Cronista y la revista Apertura la semana pasada, la colaboración entre personas dentro de una organización emerge como el activo más valioso con el que se pueda contar, aun por encima de cualquier herramienta tecnológica.


Melina Jajamovich, speaker y coach en Transformación Organizacional de Risoom, remarcó que "la agilidad es más necesaria que nunca, y no significa rapidez, sino la capacidad de adaptarse a los cambios y de crearlos". Según explicó, este enfoque implica liderar el talento dentro de las organizaciones, promover la experimentación, garantizar el aprendizaje y, sobre todo, fomentar la colaboración.

Sin embargo, la especialista advirtió que muchas veces el obstáculo está en la cultura interna de la propia compañía: "El problema es que las organizaciones sean lugares seguros donde la gente se anime a decir lo que piensa y lo que siente. Dicen que en las organizaciones se pagan dos sueldos: uno para que la gente haga su trabajo y otro para que simule que sabe hacer lo que no sabe hacer. Hay mucho miedo a decir lo que realmente se piensa".

La importancia de la colaboración

La especialista planteó, además, que nadie puede aportar valor en soledad: "Necesitamos colaborar con otros para adaptarnos y también para innovar. Pero no nos educaron con la capacidad de colaborar. Hoy es mucho más fácil colaborar con la IA que con un compañero".

Jajamovich aclaró que, si bien la inteligencia artificial puede simplificar tareas, "colaborar siempre requiere de otro humano, la autonomía necesita ser provista por otro y la experimentación requiere coraje, que es algo propio de las personas". En su visión, el rol de la tecnología es liberar tiempo para que los equipos puedan enfocarse en estas cuestiones humanas que resultan críticas.

Para Eduardo Suárez Battán, headhunter y director ejecutivo de Suárez Battán y Asociados, el gran desafío de la agilidad se juega en un terreno individual. "Hay pilares de agilidad que están adentro de cada uno. Eso es lo que tenemos que medir. Hoy ya no alcanza con un currículum impecable o una larga trayectoria. Lo que perdura es lo que la persona tiene adentro y que le permite adaptarse al mundo que viene", sostuvo el especialista.

El especialista explicó que las búsquedas laborales actuales se orientan a talentos con visión estratégica, conocimiento técnico y dominio de la tecnología, pero también con un fuerte liderazgo humano. "Es importante que la persona se autoconozca, que sea curiosa, que pueda trabajar con poca información y en escenarios de incertidumbre. Ese es, al final, el mundo que se viene: capacidad de cambio constante", agregó.

Gabriel Pereyra, consultor y fundador de Modobeta, coincidió en que el cambio más profundo no está en los contenidos, sino en la forma de aprender. "Antes los programas de formación estaban centrados en transmitir conocimientos. Hoy lo que sobra son los contenidos. Lo que cambia es poner a las personas en el centro y generar experiencias colectivas de aprendizaje", explicó. Desde su mirada, ya no existe un experto que concentre el saber, sino que el conocimiento se construye en red. "Los programas deben tender a generar experiencias colectivas donde la gente pueda intercambiar y poner a prueba sus conocimientos con otros", afirmó.