

Syriza llegó al poder aupado por una mentira: la promesa de que iba a mantener las mismas condiciones de financiación europea, pero sin los sacrificios del programa de austeridad a que se habían comprometido sus antecesores en el cargo. Tras cinco meses tratando de mantener el engaño, la realidad salió a la luz en forma de cierres bancarios y controles de capitales. Toda la ceremonia de confusión que se desató desde que el gobierno griego rompiera las negociaciones convocando el referéndum, no es sino una maniobra de Tsipras para endosar al pueblo griego su propio fracaso, haciéndolo responsable de una decisión que puede hundir a Grecia para las próximas décadas.
Europa es un proyecto en continua creación. Desde el estallido de la crisis se crearon unas normas consensuadas entre todos los países de la eurozona para afrontar los riesgos de inestabilidad financiera. Los gobiernos de Irlanda, Portugal y Grecia suscribieron programas de rescate con determinados compromisos de reformas y ajuste del déficit. Las diferentes condiciones de cada economía fueron marcando su ritmo de recuperación. Irlanda ya recuperó el nivel del PBI previo a la crisis por el dinamismo de su economía y su apertura exterior. Portugal fue más despacio pero también crece desde hace dos años y se volvió a financiar en los mercados a tipos de interés muy bajos. En Grecia el ajuste fue mucho más duro por los desequilibrios extremos de su economía, pero también había empezado a crecer y crear empleo a mediados de 2014. Fue la llegada de Syriza al poder con su nacionalismo exacerbado y sus falsas promesas lo que cortó la incipiente recuperación económica.
Desde el principio estuvieron claras cuáles son las opciones para Grecia: ser un país humilde, como Portugal, tutelado económicamente hasta que sea capaz de tener una economía competitiva que le permita alcanzar la independencia financiera, o acabar como Serbia, una nación muy orgullosa y nacionalista, que ha sido llevada al desierto internacional por mentiras populistas y fantasías de un rescate de la Gran Rusia.
Este es el gran riesgo de la deriva de Grecia con Syriza. El gobierno plantea un referéndum en el que detrás del NO se esconde, además del aval a su propio fracaso, la petición de una carta blanca para negociar "lo que sea" con las instituciones europeas. Ni una sola explicación de cuál es el camino y los riesgos que se abren tras el NO. Tan sólo un lenguaje cada vez más nacionalista y mesiánico que antepone la soberanía nacional a la soberanía compartida que está en la base del proyecto de construcción europea. Pero detrás de tanto "orgullo y dignidad" lo que espera a Grecia es la quiebra, ruptura con Europa y aislamiento internacional.













