El papa Francisco pidió por la unidad y una mayor inclusión de las poblaciones originarias en una masiva misa que celebró en la ciudad de Temuco, al sur de Chile. Aunque también condenó la violencia política como una forma de respuesta a los graves atentados que en días recientes ocurrieron en templos de la región, que se encuentra entre las más pobres del país y que vive desde hace tiempo un conflicto entre indígenas y el Estado. La etnia mapuche reclama esas tierras como territorio ancestral y algunos grupos incluso llaman a la rebelión y a la secesión.

El Sumo Pontífice pidió más tolerancia para preservar la riqueza de cada pueblo. "La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos (...) nos necesitamos desde nuestras diferencias", dijo.

Francsico saludó a los fieles en lengua mapudungun.

En la antesala de su llegada, se registraron incendios en dos iglesias que la policía investiga como presuntos ataques de mapuches, los que se suman a otros en las jornadas previas.

También tres helicópteros de una empresa forestal fueron quemados en otra zona del sur del país y un policía resultó herido con perdigones en un enfrentamiento con grupos desconocidos cuando resguardaba una hacienda.

Unos 600.000 mapuches viven en Chile, principalmente en la Araucanía y Biobío.

Pese al ambiente de tensión, el Pontífice se desplazó en papamóvil saludando a las miles de personas.

La misa se realizo en el Aeródromo de Maquehue, que sirvió de centro de detención y tortura durante la dictadura militar.

"Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias", dijo el pontífice.

Luego de la celebración, el Papa almorzó con ocho representantes de la comunidad mapuche, una víctima de la violencia rural, un colono de origen suizo-alemán y un inmigrante reciente, para oír la voz de todos los protagonistas.

Por la tarde, Francisco se reunió con los jóvenes chilenos en el santuario de Maipú, en Santiago de Chile.

Como suele hacer en los encuentros con los jóvenes, utilizó un lenguaje juvenil. Haciendo una analogía del uso del celular y de internet, les reclamó que "no pierdan la conexión" con Jesús y mantengan puestas las baterías que mantiene vivo el fuego de Dios en sus corazones.

Y los desafió a "mover el piso" de la Iglesia. "¡Cuánto necesita la iglesia chilena de ustedes, que nos muevan el piso y nos ayuden a estar m s cerca de Jesús!", dijo.