

La preocupación por la posible pérdida de memoria es una constante a medida que envejecemos. Pequeños olvidos cotidianos pueden encender las alarmas y llevarnos a temer la aparición de enfermedades como el Alzheimer.
Si bien un diagnóstico preciso solo puede ser realizado por un profesional, existen algunos ejercicios sencillos que pueden darnos una pista sobre el funcionamiento de nuestra memoria.

Esta función cognitiva nos permite nada menos que aprender, recordar momentos felices y construir nuestra identidad. Por ello, es natural sentir inquietud cuando empezamos a notar que nos cuesta más recordar nombres, fechas o dónde hemos dejado las llaves.
Aunque no todos los olvidos son sinónimo de Alzheimer, la detección temprana de un posible deterioro cognitivo es fundamental para poder abordar cualquier problema de salud.
A continuación, se detallan cuatro pruebas informales y muy sencillas, recomendadas por especialistas, que cada individuo puede realizar en su casa para poner a prueba tu agilidad mental.

Alerta Alzheimer: las cuatro pruebas para saber si tu memoria es fuerte
- Una de las pruebas más reveladoras tiene que ver con la música. Intenta recordar cuál fue la primera canción, artista o álbum que realmente capturó tu atención en la niñez o adolescencia. Evocar ese momento no solo activa la memoria auditiva, sino también un complejo entramado de recuerdos emocionales y contextuales. La música es un pilar de nuestra identidad y suele estar ligada a escenas específicas de nuestra vida, como el salón de casa, un viaje en coche con la familia o la radio de nuestros padres. Poder revivir esa escena con detalle es una excelente señal sobre la salud de tu memoria a largo plazo.
- Otro viaje al pasado que pone a prueba nuestra mente es recordar la tecnología de antes. ¿Llegaste a utilizar un teléfono fijo de disco, de esos que giraban con cada número? Si es así, es probable que recuerdes nítidamente la sensación de meter el dedo en el orificio y el sonido característico del disco al volver a su posición. Quizás hasta rememores la frustración de equivocarte en el último número y tener que empezar de nuevo. Recordar estos aparatos, que habitaban un lugar fijo en la casa y nos ataban con su cable, demuestra una gran conservación de la memoria visual y de procedimientos.
- Antes de que internet transformara nuestras vidas, conseguir entradas para un concierto o un estreno de cine era todo un ritual. ¿Recuerdas haber hecho una larga fila para comprar boletos? Si puedes evocar esa experiencia -la espera, los nervios por si se agotaban, e incluso el aspecto del billete de papel-, estás activando una memoria episódica muy bien conservada. Este tipo de recuerdo es complejo, pues involucra la percepción del tiempo, la ubicación en el espacio y la gestión de emociones. La facilidad con la que hoy compramos todo digitalmente hace que esa vivencia parezca lejana, por lo que recordarla con claridad es un signo muy positivo.
- Finalmente, un dato aparentemente simple puede ser un poderoso indicador: la dirección de tu primera casa. Intenta recordar el nombre de la calle, el número del portal y el piso donde viviste en tu infancia o juventud. Este ejercicio apela a la recuperación de datos semánticos, es decir, de información factual y estructurada. Estos datos suelen fijarse con fuerza en nuestra memoria, especialmente si están ligados a vivencias emocionales importantes. Si puedes acceder a esa dirección sin un gran esfuerzo, es una señal de que el sistema de archivo de tu memoria funciona correctamente, sin importar cuántos años hayan pasado.













