

Miguel viene al rea Metropolitana cada 15 días para reponer la mercadería del local multimarca en el que trabaja. En sus visitas compra las prendas originales encargadas por su jefe, y otras tantas que también pondrá la venta.
Sin factura, Miguel terminará por venderle productos falsificados a algún cliente que le regateará unos pesos para llevarse por $ 180 aquello que él consiguió por $ 25.
La concurrencia de productos legales y piratas en un mismo local es un fenómeno creciente (sobre todo en el interior), que tiene consecuencias legales de diferente magnitud.
El circuito de la truchada cae de maduro. Lo contrario implicaría pensar que los cientos de millones de pesos que, se dice, mueve La Salada, están generados únicamente por consumidores finales y revendedores, ajenos al circuito comercial formal.
Distingos
En principio, todas las industrias son víctimas de la piratería y de la falsificación, aunque ambas infracciones son bien distintas.
“El producto pirata es aquel que lesiona derechos de autor y derechos conexos. El falsificado es el que tiene una marca ilegítimamente reproducida. A veces, los dos derechos de propiedad intelectual e industrial pueden estar reproducidos ilegítimamente en forma simultánea , explica Javier Núñez, profesor de la Maestría en Propiedad Intelectual de la Universidad Austral.
Es lo que sucede, por ejemplo, con un CD grabado en el que se incluye la fotocopia láser que identifica a la banda y al sello discográfico que produjo el álbum.
De acuerdo con Núñez, donde se advierte con más claridad la piratería es en la industria de los fonogramas y de las obras audiovisuales. Ahí la reproducción no autorizada se da en soporte físico -la que se puede encontrar en locales comerciales legalmente habilitados- y on line.
El abogado recordó varios casos en los que se detectó mercadería pirata en videoclubes y disquerías del conurbano bonaerense y del interior del país. Asimismo, dijo que los casos de falsificación tienen una mayor presencia en el rubro indumentaria. Sin embargo, aclara, “este fenómeno es más extraño , pues se trata más de una cuestión vinculada a circuitos mayoristas y a las ferias de piratería.
No obstante, bueno es saber a qué se enfrenta si en su local, aunque usted no lo quiera, se cuela un producto trucho.
“Todo aquel que venda, ofrezca en venta o reproduzca un derecho de propiedad intelectual o industrial sin autorización de su titular está cometiendo una infracción a la ley de propiedad intelectual. Existe una responsabilidad por el delito civil, pero también existe un delito penal , enmarca Núñez.
El problema, agrega, está en que “las penas son muy débiles para aquel que vende al final del circuito . Sin embargo, si hubiera una “mayor voluntad de investigación se advertiría que hay bandas de dimensiones y que el crimen organizado está por detrás de estas falsificaciones. “Ahí ya se habla de asociación ilícita y la pena es mayor , dice.
En esa línea de pensamiento y de trabajo se mueve no sólo la Aduana y las fuerzas de seguridad en la Argentina, sino también la mismísima Interpol. Así y todo, los controles no parecen suficientes, al menos en proporción a la dimensión del fenómeno. Los municipios no los realizan y tampoco la AFIP la emprende contra el comercio en negro que acompaña a esta operatoria, señaló el especialista.
“Desde el punto de vista municipal, las habilitaciones se otorgan sobre la base de que la explotación comercial va a resultar legítima. Si se estuviera ante una explotación de mercadería no legítima, existen herramientas para quitar esas habilitaciones o clausurar los comercios en infracción. Ninguna municipalidad del país otorga habilitaciones para comercializar u ofrecer mercaderías falsificadas , apunta.
En el listado de responsabilidades legales aparecen, pues, las civiles (por daños por el uso indebido de marcas), las penales y también las municipales.
¿Podría darse el caso de que un consumidor engañado inicie acciones tanto contra quien comercializa un producto pirata como contra el fabricante ’truchado’? En teoría, no se descarta. Sin embargo, la realidad muestra otra cosa.
“Lamentablemente -enfatiza Núñez-, la gran mayoría de la gente tiene plena conciencia de que compran un producto pirata. Se les complica en marroquinería, en juguetes y en medicamentos, pero en general es raro que el consumidor se esté viendo engañado .
Yendo un poco más allá, quienes piensen usufructuar la Ley de Defensa del Consumidor para hacer este tipo de denuncias, deberían tener en cuenta aquello del tiro por la culata. Es que, “en la gran mayoría de los casos, el consumidor es una suerte de copartícipe, porque sabe lo que está comprando , sentencia el profesional.










