Afuera los poderosos Ríver y Boca, ahora resulta que es cool ser de Lanús y Tigre. Ayer se acodaron en las plateas de los dos viejos clubes del Gran Buenos Aires Sur y Norte famosos no siempre habitués con los fanáticos de siempre, aún de las viejas épocas donde granates y matadores languidecían en Primera C.

Así, se vio a un eufórico Sergio Massa, hombre fuerte de Tigre, agitar los brazos, y a los gritos, a metros de Santiago Soldati, el empresario socio de Trilenium, el casino costero que esponsorea la camiseta, y a Hugo Curto, el invitado intendente de Tres de Febrero, fanático de Boca y hombre entendido en el ascenso, como ex titular de Estudiantes de Buenos Aires –ahora se espera que le dé una mano real al desangrado Almagro–.

Será de chicos el Apertura. con José María Aguilar mirándolo por TV, después de la despedida del desangelado Ríver, y Pedro Pompilio preocupado por el declive físico-futbolístico de Boca , justo antes de Mundial de Clubes de Tokio.

Detrás de los fenómenos Lanús (prácticamente el campeón, salvo que pierda un hipotético desempate) y Tigre está el poder de la política. Más expuesto, y para nada disimulado, Massa es el artífice de la resurrección tigrense, que tiene a un 9 que se llama Lázzaro. Y, más discreto, Darío Díaz Pérez, el electo intendente de Lanús que desplazó al histórico Manuel Quindimil, colaboró para la ampliación del estadio. El kirchnerismo futbolero está en alza. ¿Hará pie en los clubes grandes?