

Si Séneca sostuvo que "la vida no consiste en esperar a que pasen las tormentas, sino en aprender a bailar bajo la lluvia", entonces habría que prepararse para la pista de baile que se va a armar el año próximo. Porque desde el punto de vista externo, el próximo Gobierno puede llegar a enfrentar una tormenta perfecta, con serias dificultades en todos los mercados que le interesan a la Argentina.
Si la futura política económica se asemejara a un tablero de control, en el casillero internacional debería estar encendida una alerta amarilla o naranja. Porque desde donde se mire la coyuntura, queda claro que el célebre "viento de cola" del que gozó el Gobierno de Néstor Kirchner, a partir de 2003, ya cambió de dirección en unos 180 grados. Sólo con repasar la lista de temas uno se da cuenta de que el panorama es delicado, virando de castaño a oscuro: Brasil en crisis política y económica, China en proceso de desaceleración, la Reserva Federal de EE.UU. a punto de cambiar de política monetaria y de ajustar su tasa de interés de referencia, la zona euro que se sigue debatiendo entre sus problemas económicos y (ahora también) políticos, y los precios de los principales productos de exportación argentinos en niveles muy inferiores a una década atrás.
Si se tiene en cuenta que el inventario que dejaría el actual Gobierno incluye un extremadamente bajo nivel de reservas internacionales y un abultado déficit fiscal, la búsqueda de recursos fuera de nuestro país puede llegar a convertirse en un verdadero vía crucis. Así que retomando la cita de Séneca, tal vez sea un buen momento para ponerse a tomar clases intensivas de baile durante este último trimestre y focalizarse en los gustos de los candidatos: si Daniel Scioli gana las elecciones, será Ricardo Montaner o los Pimpinela, Mauricio Macri irá más por el lado de Queen y Phil Collins, y Sergio Massa pedirá a Ricardo Arjona (¿volverán los lentos?).
De vecinos y de crisis
Sabiamente, los ingleses supieron reconocer hace mucho que "no se conoce a los vecinos hasta que surge una crisis". Y la que está viviendo Brasil con el posible juicio político a la presidenta Dilma Rousseff (y la crisis monetaria que estalló en paralelo) es una verdadera prueba de fuego para el próximo Gobierno argentino. Porque no va a ser fácil lidiar con el mayor comprador de productos nacionales (la Argentina envía a Brasil un 20% del total de sus exportaciones) que, en menos de 60 días, fue capaz de devaluar su moneda, el real, más de un cuarto de su valor.
Los problemas que arrastra la economía brasileña no son de ahora: la caída de los precios de los commodities que Brasil exporta fue un golpe muy duro de asimilar para un gobierno con un gasto público muy elevado (que sirvió para reducir la pobreza estas dos últimas décadas) pero que ahora intenta ajustar a la europea, es decir de manera brutal y sin anestesia. Además, el crecimiento del PIB fue nulo durante 2014 y se espera una caída del 1,5% para 2015. Y la inflación, que es elevada (aunque al lado de la argentina parece un chiste), obliga a subir las tasas de interés y a encarecer el crédito a las empresas y particulares, con su consecuente caída del nivel de inversión. "El estancamiento político tiene un impacto directo sobre el área fiscal. Las perspectivas a mediano plazo y la sostenibilidad de la deuda brasileña sólo pueden llegar a estar más atadas al futuro político", afirmó Bruno Rovai, analista de Barclays.
¿Fin del cuento chino?
Si bien no es el mayor comprador de materias primas argentinas (China adquiere el 7% de lo exportado por nuestro país), es el cliente que permitió que surgiera este boom de precios internacionales, y que elevó hasta las nubes los ingresos fiscales por retenciones durante esta última década. Pero como si fuera un soufflé, ahora su crecimiento económico empezó a desinflarse (pasó por debajo del 7% anual, según datos del FMI) y los analistas temen que el país tenga que realizar una aterrizaje de emergencia en los próximos años. "Nos preocupa la apatía de la economía mundial, que afecta a todos los países y en particular a los emergentes", sostuvo como justificación el presidente chino Xi Jinping. Detrás quedó la devaluación sorpresa del yuan en agosto y las turbulencias de sus mercados financieros. Para los analistas, el año 2016 tampoco luce bien si se espera que China vuelva ser la locomotora que arrastró al resto del mundo estos últimos años. "Creemos que el crecimiento chino va a seguir desacelerándose durante el año próximo", manifestó Louis Kuijs, analista de Oxford Economics, como para "llevar tranquilidad" a la población argentina.
Si ése es el caso, el panorama para los commodities que exporta nuestro país va a seguir sin grandes cambios, lo que significa que los precios no van a volver a crecer. Si se mide la evolución a través del índice de referencia S&P GSCI, su valor cayó un 40% en 15 meses y las cotizaciones volvieron a niveles de 2005. Encima, la suba esperada del dólar (por el prometido ajuste de tasas de la Fed) tampoco juega a favor de que los precios se recuperen.
Como nota al pie del panorama internacional que recibe quien asuma el 10 de diciembre, queda pendiente un asunto que, según la actitud que adopte el próximo Gobierno, puede ser motivo de una nueva oportunidad o amenaza para la Argentina. Se trata del Acuerdo de Libre Comercio Transpacífico, firmado por EE.UU. y una serie de países que representan el 40% del comercio mundial. Si no sabemos aprovechar esta ventana que se abre a través de Chile y Perú, convendrá entonces poner en el winco a Tita Merello cantando "Dónde hay un mango, Viejo Gómez" y salir a bailar con todas las ganas.













