

Michael Burry, el gestor de fondos que se hizo famoso por anticipar la crisis hipotecaria de 2008, volvió a sacudir los mercados financieros con un pronóstico audaz: reveló una apuesta significativa en contra de las acciones de un peso pesado de Wall Street.
Este movimiento, realizado a través de su firma Scion Asset Management, reafirma la tesis que el inversor sostiene desde hace tiempo sobre la burbuja especulativa que, a su juicio, infla el valor de ciertas compañías tecnológicas líderes del mercado, como Tesla.
El foco de la controversia, según Burry, reside en que las acciones del fabricante de vehículos eléctricos están “ridículamente sobrevaloradas”. Esta crítica no es meramente una opinión; se sustenta en el principio de análisis de valor (value investing), una filosofía que busca que el precio de mercado de una acción refleje fielmente el valor intrínseco de la empresa, es decir, sus ganancias actuales y futuras, sus activos y sus flujos de caja.
Para Burry, la valoración actual de Tesla incorpora expectativas de crecimiento y dominio futuro que son, en el mejor de los casos, excesivas e inalcanzables.
La posición en contra de la automotriz se ejecuta concretamente a través de opciones de venta (put options). Esta maniobra financiera, revelada mediante los reportes obligatorios ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. (SEC) que transparentan los movimientos de su fondo, implica que Scion Asset Management comprometió una cantidad considerable de capital a la idea de que el precio de la acción caerá.

Al realizar esta operación, Burry no se limita a expresar una opinión académica o teórica, sino que apuesta dinero a la corrección del mercado.
Su historial le da peso: Burry no solo anticipó el colapso subprime, sino que ha realizado otras apuestas contra activos que, según su análisis, estaban en una burbuja, generando una expectativa de volatilidad alrededor de sus movimientos.
El diagnóstico de Burry resuena con un debate constante que divide a Wall Street: ¿debe la compañía de Musk ser valorada como una empresa de tecnología con potencial exponencial en software y energías renovables, o como una empresa automotriz sujeta a los márgenes más estrechos y la alta competencia del sector manufacturero?
Los optimistas se aferran a la narrativa de Tesla como un disruptor en inteligencia artificial y autonomía vehicular, mientras que los más escépticos, como Burry, recuerdan que su negocio primario sigue siendo, ante todo, la producción y venta de automóviles, un mercado históricamente sensible a los ciclos económicos.
Burry ya había advertido en el pasado que la euforia impulsada por las bajas tasas de interés y la participación masiva de inversores minoristas estaba gestando una “burbuja especulativa” en general. En este contexto, la altísima valoración de la empresa en cuestión se convierte, para él, en el ejemplo más paradigmático y visible de esta distorsión de precios.
La cifra que Tesla alcanza en el mercado, comparada con gigantes automotrices que producen muchos más vehículos, es la prueba que utilizan los bajistas (los shortsellers) para argumentar la irracionalidad de la valuación. Sostienen que el precio actual solo se justifica si la compañía lograra un dominio global total en múltiples industrias, algo que consideran improbable o, al menos, demasiado arriesgado.
En última instancia, la apuesta de Michael Burry y la tesis de la sobrevaloración ponen a prueba la narrativa de crecimiento ilimitado de la compañía liderada por Elon Musk. El gestor está convencido de que la realidad fundamental de la empresa eventualmente se impondrá sobre el entusiasmo del mercado.














