Maduro fue más inteligente que EE.UU. y aprovecha el ilusorio rebote de la economía
A pesar de los esfuerzos de varios líderes occidentales -especialmente el expresidente Donald Trump- el líder bolivariano ha capeado una crisis económica, sanciones y una rebelión.
Nicolás Maduro parecía estar disfrutando de la inauguración de La Rinconada, un nuevo y reluciente estadio de béisbol en las afueras de Caracas el mes pasado. Vistiendo una buzo y pantalones deportivos de la selección nacional, el presidente socialista de Venezuela sonrió mientras lanzaba pelotas para las cámaras y probaba suerte como bateador.
Las transmisiones de los medios de comunicación estatales sobre el torneo inaugural del estadio, la Serie del Caribe, incluían fragmentos de un presentador que hablaba en inglés con acento estadounidense y lo calificaba de "éxito total e inesperado", que generó hasta u$s 23 millones en ventas y creó 20.000 empleos.
Pero en Venezuela, las apariencias engañan. El 'reportaje extranjero' anunciado a bombo y platillo por los medios de comunicación estatales resultó ser falso, su presentador fue creado con la ayuda de inteligencia artificial y su acento estadounidense fue sintetizado, según el organismo de control venezolano Cazadores de Fake News.
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Maduro, a quien rara vez se le ve entre multitudes tras un fallido intento de asesinato con drones en 2018, había inaugurado el 1 de febrero un estadio vacío y desprovisto de espectadores.
Al otro lado de la ciudad, en las últimas semanas se han congregado verdaderas multitudes. Pero su actividad no aparece en las noticias de la noche. En el histórico distrito central, los trabajadores del sector público han estado protestando por sus salarios, de u$s 11,14 al mes, apenas suficiente para comprar una Cajita Feliz de McDonald's en Caracas. José Antonio Cádiz, trabajador sanitario de 19 años, marchó con la réplica de un riñón en la mano. "Es lo único que tenemos para comer los venezolanos", dijo. "Despojos".
Maduro, de 60 años, gobierna un país otrora rico cuya economía, rica en petróleo, ha sido destruida por años de mala gestión. Más de uno de cada cinco venezolanos ha huido al extranjero, desencadenando la peor crisis humanitaria del continente americano en los tiempos modernos.
"Al principio pensamos que, por ser un presidente de la clase obrera, estaríamos representados", dice la manifestante Ana Rosario Contreras, presidenta del Gremio de Enfermería de Caracas. "Maduro se ha convertido en el peor enemigo de las clases populares porque hoy vivimos en la pobreza extrema".
Pero a diez años de su llegada a la presidencia, Maduro sigue manteniendo el control, utilizando tanto la represión tradicional como técnicas más modernas, como los contenidos mediáticos generados por inteligencia artificial.
Maduro llega a este hito a pesar de los mejores esfuerzos de muchos líderes occidentales. Hace tres años, Estados Unidos y otros gobiernos declararon a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, presidente legítimo en un intento de derrocar a Maduro. Sin embargo, el gobierno en la sombra de Guaidó ha terminado, dejando a los gobiernos occidentales que lo apoyaron sin otra estrategia que la aceptación a regañadientes de Maduro.
La invasión rusa de Ucrania ha complicado la relación de Maduro con Moscú. A Venezuela le está resultando más difícil contrabandear su crudo pesado sancionado hacia los mercados asiáticos ahora que enfrenta la competencia de mezclas rusas de mejor calidad.
María Ángela Holguín, que trató con Maduro como ministra de Relaciones Exteriores de Colombia entre 2010 y 2018, dice que los gobiernos de todo el mundo -de EE.UU., la Unión Europea (UE), América latina y la propia oposición venezolana- lo han subestimado. "No es tonto, está bien asesorado y lo han ayudado los errores estúpidos cometidos por sus enemigos".
Maduro, exchofer de colectivo y activista sindical que recibió formación política en Cuba, ha demostrado ser un astuto superviviente. Su gobierno socialista, sometido a sanciones por parte de EE.UU. y la UE, se ha acercado a sus principales aliados: Rusia, China, Cuba e Irán. Además del ejército, cuenta con poderosos apoyos no estatales: mineros de oro ilegales, narcotraficantes y guerrillas marxistas colombianas, según funcionarios estadounidenses.
Dado el fracaso de la campaña de 'máxima presión' emprendida por el expresidente Donald Trump para forzar su salida del poder, los esfuerzos se centran ahora en tratar de engatusar a Maduro para que negocie elecciones presidenciales libres y justas el año próximo. Los progresos han sido mínimos.
Maduro, el sindicalista que se convirtió en el heredero de Chávez
"Maduro no ha entablado negociaciones porque considera que está en mejor posición y puede alargar las negociaciones", dice Michael McKinley, un exdiplomático del Departamento de Estado. "Si sos Maduro, estás pensando que no hay mucho que tengas que hacer en términos de concesiones durante algún tiempo".
"La estrategia actual hacia Venezuela no ha funcionado, así que tenemos que probar otra cosa", dice Christopher Sabatini, miembro de Chatham House. "El gobierno de Guaidó fue un fracaso, pero brindó un punto de convergencia que ya no existe".
DESPLOME DE LA ECONOMÍA
Cuando el carismático líder venezolano Hugo Chávez se dio cuenta a fines de 2012 de que no sobreviviría a su batalla de dos años contra el cáncer, eligió a Maduro como su heredero. Menos de tres meses después, el 5 de marzo de 2013, se anunció la muerte de Chávez, poniéndose así fin a 14 años de mandato. Maduro se convirtió en la nueva cara del chavismo. La decisión sorprendió a algunos. Maduro era leal y afable y había sido ministro de Relaciones Exteriores y vicepresidente, pero carecía del carisma y el culto a la personalidad de su mentor.
No los ha necesitado. La represión y la censura han sido herramientas clave para el régimen de Maduro. Un informe de las Naciones Unidas de 2019 documentó un número "escandalosamente alto" de presuntas ejecuciones extrajudiciales, que asciende a varios miles. La Corte Penal Internacional está realizando investigaciones tras determinar que "existe una base razonable para creer que se han cometido crímenes de lesa humanidad en Venezuela".
Con Maduro, los medios de comunicación independientes han sido perseguidos, los partidos políticos controlados o clausurados, los políticos de la oposición encarcelados, el Congreso marginado y el Poder Judicial doblegado a la voluntad del Gobierno.
Al silenciar a sus críticos, Maduro ha sobrevivido a una serie de decisiones desastrosas en materia económica. Cuando asumió el poder, el PBI de Venezuela era de u$s 373 mil millones, lo que la convertía en la cuarta economía más grande de América latina, por detrás de países mucho más grandes como Brasil, México y Argentina.
"Estados Unidos lanzó todo lo que tenía contra Venezuela, menos una invasión", dice Michael McKinley, exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano
Sin embargo, las finanzas del país se encontraban en una situación peligrosa. Chávez había aprovechado el auge del petróleo para financiar una costosa ola de gastos, embarcándose en gigantescos proyectos de construcción en Venezuela y subvencionando las entregas de petróleo para cortejar a sus aliados caribeños y centroamericanos. La inflación se estaba disparando. Pero en lugar de arreglar la economía cuando llegó al poder, Maduro se enfocó en apuntalar su base política.
A partir de junio de 2014, el precio mundial del petróleo, columna vertebral de la economía venezolana, cayó en picada y el país se sumió en la recesión. El Gobierno importó billetes a montones, lo que desencadenó la hiperinflación.
Pero Maduro redobló su apuesta por la economía socialista. Para 2018, el PBI de Venezuela se había reducido a apenas u$s 45 mil millones, según el FMI, lo que la convertía en uno de los países más pobres de Sudamérica. La escasez de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad era generalizada. Los apagones, la escasez de agua y la violencia de las pandillas se sumaron a la miseria.
"Es difícil encontrar otro país que se haya contraído tanto sin una guerra o una catástrofe natural", dice Asdrúbal Oliveros, responsable de la consultora caraqueña Ecoanalítica. "Los años de Maduro han sido los peores de la historia económica venezolana".
Pese a una inflación cercana al 14.000%, Maduro logró ganar la reelección en 2018 en unos comicios boicoteados por la oposición y denunciados por EE.UU. y la UE como una farsa. El presidente Trump impuso sanciones económicas cada vez más duras, aislando a Venezuela del sistema financiero estadounidense y prohibiéndoles a los ciudadanos estadounidenses tratar con la petrolera estatal PDVSA como parte de una campaña de 'máxima presión'. La producción de petróleo se desplomó.
En enero de 2019, la Asamblea Nacional de Venezuela, controlada por la oposición, lanzó una drástica intervención. Declaró a su presidente, Guaidó, presidente interino de Venezuela, invocando una cláusula constitucional que le permitía asumir el poder en ausencia de un jefe de Estado legítimo.
Cuando Maduro asumió el poder, el PBI de Venezuela era de u$s 373 mil millones, lo que la convertía en la cuarta economía más grande de América latina, después de Brasil, México y Argentina. Para 2018, el PBI de Venezuela se había reducido a apenas u$s 45 mil millones
La administración Trump, junto con una serie de países latinoamericanos de derecha, reconoció rápidamente a Guaidó como líder legítimo de Venezuela. Maduro acusó a Washington de intentar dar un golpe de Estado y rompió relaciones diplomáticas. Cientos de miles de venezolanos salieron a las calles. Los días de Maduro parecían contados.
Como muchos emigrantes venezolanos en Cúcuta, Óscar Vásquez, un empresario venezolano que vive en Cúcuta (Colombia), estaba parado en el cercano puente internacional Simón Bolívar en febrero de 2019. EE.UU. y Colombia habían anunciado que enviarían un gran convoy de ayuda humanitaria a través de la frontera, desafiando a los militares venezolanos a detenerlo y esperando que esto indujera a los soldados a abandonar a Maduro.
Tres presidentes latinoamericanos llegaron para presenciarlo y Guaidó, reconocido ahora como líder interino de Venezuela por más de 50 países, eludió la prohibición de viajar y cruzó la frontera para unirse.
Un informe de las Naciones Unidas de 2019 documentó un número "escandalosamente alto" de presuntas ejecuciones extrajudiciales, que asciende a varios miles
Pero las fuerzas de Maduro habían bloqueado el puente con un contenedor marítimo y un camión cisterna. Cuando los camiones intentaron avanzar, sus fuerzas lanzaron gases lacrimógenos. Los manifestantes tiraron piedras y cócteles molotov, y en el caos se incendiaron dos camiones y decenas de personas resultaron heridas. La operación humanitaria fue abandonada.
"Aquel día fuimos al puente para derribar la dictadura bolivariana, pero fue un sueño que acabó rápido", dice Vásquez cuatro años después. "Fue una demostración de lo que realmente puede hacer una dictadura. El régimen estaba diciendo: nos estamos ahogando, pero no necesitamos ayuda".
Dos meses después, Guaidó apareció frente a una base militar en Caracas llamando a la sublevación. Miles de manifestantes salieron a las calles, pero el ejército se mantuvo firme, la policía despejó las protestas con gases lacrimógenos y la revuelta se desvaneció rápidamente.
"No es tonto, está bien asesorado y lo han ayudado los errores estúpidos cometidos por sus enemigos", dice María Ángela Holguín, exministra de Relaciones Exteriores de Colombia entre 2010 y 2018
Más tarde se supo que la rebelión formaba parte de un plan secreto para inducir a varias figuras clave del gobierno de Maduro a cambiar de bando. Sólo el jefe de la policía secreta desertó. Otros se mantuvieron firmes, lo que llevó a especular que el complot había sido infiltrado por el equipo de inteligencia cubano que trabaja para Maduro.
Entre los ciudadanos venezolanos, desilusionados por los fracasos de la oposición, la estrella de Guaidó mermó. El intento fallido de un equipo de mercenarios estadounidenses en mayo de 2020 de invadir Venezuela y secuestrar a Maduro añadió un aire de farsa. El año pasado, las encuestas mostraban que Guaidó era casi tan impopular como Maduro.
Mientras tanto, una ola de elecciones en toda América latina llevó al poder a nuevos gobiernos de izquierda que querían normalizar las relaciones con Venezuela. La administración Biden quería alejarse de la fallida estrategia de 'máxima presión' de la era de Trump. La invasión rusa de Ucrania impulsó la búsqueda de nuevas fuentes de crudo.
PETRÓLEO Y SANCIONES
En marzo del año pasado, tres altos funcionarios estadounidenses, entre ellos el asesor de Biden para América latina, Juan González, volaron a Caracas para mantener conversaciones con Maduro sobre la flexibilización de las sanciones y la liberación de rehenes estadounidenses. En aquel momento, Maduro era buscado por el gobierno estadounidense por narcotráfico, con un precio de u$s 15 millones por su cabeza.
Tras las negociaciones, siete estadounidenses fueron liberados en un canje de prisioneros y, en noviembre pasado, EE.UU. le permitió a Chevron reanudar y vender una producción limitada de petróleo procedente de Venezuela.
"EE.UU. lanzó todo lo que tenía contra Venezuela, menos una invasión: sanciones a la cúpula, sanciones al petróleo y a la economía venezolanos, reconocimiento del gobierno interino, movilización del apoyo internacional a Guaidó y retirada del reconocimiento a Maduro", dice McKinley. "No sé qué más puede hacer EE.UU. en este momento".
A fines del año pasado, la oposición venezolana se plegó a lo inevitable y votó a favor de ponerle fin a la presidencia interina de Guaidó. "Fue un error destruirla", le dice Guaidó al Financial Times. "Era una herramienta muy audaz... conseguimos alinear a 60 países de todo el mundo detrás de nosotros y poner contra las cuerdas a un dictador como Maduro. ¿Y qué otras herramientas teníamos?"
Diez años después de llegar al poder, Maduro parece más afianzado que nunca, ayudado por la emigración de muchos de sus críticos más acérrimos, las divisiones en la oposición y un gran -aunque no declarado- cambio en la política económica.
En los últimos tres años y medio, el otrora socialista ha dado un giro hacia el libre mercado, abrazando el sector privado, liberando las importaciones, relajando los controles de precios y permitiendo el uso del dólar estadounidense. El FMI prevé que la economía crezca un 6% este año, tras un crecimiento similar el año pasado.
Aunque gran parte de la población sigue atrapada en la pobreza, algunos de los amigotes de Maduro han obtenido enormes beneficios bajo su liderazgo. Apodados 'los enchufados' por sus conexiones con el Gobierno, han estado ganando millones de dólares gracias a sus lucrativos vínculos.
Los enchufados compran en lugares como la tienda por departamentos Galería Avanti, donde los vestidos de Dolce & Gabbana se venden a u$s 1700. La asociación nacional de restaurantes calcula que en 2022 se abrieron unos 200. Los gimnasios de lujo están prosperando.
"Los enchufados saben que son la nueva élite", dice Lucía, una caraqueña que no quiso dar su nombre completo.
Funcionarios estadounidenses y líderes de la oposición venezolana insisten en que el régimen de Maduro es más frágil de lo que parece. La invasión rusa de Ucrania ha complicado la relación de Maduro con Moscú. A Venezuela le está resultando más difícil contrabandear su crudo pesado sancionado hacia los mercados asiáticos ahora que enfrenta la competencia de mezclas rusas de mejor calidad.
"Es un sobreviviente, pero el país no lo quiere, no goza de la admiración de las fuerzas armadas ni de su partido", dice Julio Borges, que exministro de Relaciones Exteriores de Guaidó.
Washington y Bruselas esperan que la zanahoria de un mayor alivio de las sanciones y una mayor legitimidad internacional animen a Maduro a conceder suficientes reformas para darle a la oposición una oportunidad de ganar las elecciones presidenciales del próximo año. Pocos se muestran optimistas sobre su éxito, pero aún menos ven una alternativa.
"El escenario más probable es que Maduro negocie algunas reformas... y luego celebre elecciones manipuladas, las cuales ganará", dice el expresidente colombiano Juan Manuel Santos.
Independientemente de si se mantiene en el poder o si cede, Venezuela ha cambiado. "Incluso si Maduro se subiera a un avión y se llevara a 40 de sus peores hombres, los problemas en Venezuela son casi inmanejables", dijo Pedro Burelli, exmiembro de la junta directiva de PDVSA. "Están las guerrillas colombianas del ELN y las FARC, los mineros ilegales, los narcotraficantes y el aparato de seguridad del Estado, criminalizado y poco fiable. El país está absolutamente jodido".
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