
Los bancos centrales están más bajo la lupa que nunca, luego de un aumento de su poder posterior a la crisis e incursiones en debates tales como el futuro de la UE y la desigualdad. Ahora algunos políticos quieren restringir su rol.
A principios del siglo XIX, el economista británico David Ricardo afirmó que los bancos centrales nunca deberían caer bajo el control del gobierno "en el más mínimo grado". Hoy en día, la forma de operar de muchos de los bancos centrales se acerca más que nunca a ese ideal.
Los bancos centrales del mundo -desde la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo hasta el Banco de Inglaterra- están ejerciendo un poder y una independencia que a sus predecesores les habría costado lograr.
Desde la crisis financiera global, se valieron de nuevas herramientas, tales como la capacidad de comprar billones de activos para apuntalar sus economías, a la vez que adquirieron mayores responsabilidades normativas sobre los mercados y mercados. Estas libertades han hecho a los bancos centrales blanco de nuevas críticas, incluso que intentan dominar el ciclo económico con arrogancia, mientras juntan amenazas de caídas mayores en el camino.
Sus intervenciones para enfrentar la crisis también han llevado a estos tecnócratas no elegidos a incursionar en debates de corte político sobre la distribución de ingresos y la desigualdad. Y debieron operar en el límite peligroso entre la política monetaria y la política presupuestaria tras la compra de gran cantidad de títulos públicos en el marco de programas de "expansión monetaria".
El humor político en relación con los bancos centrales, en consecuencia, se ha vuelto rencoroso. En Estados Unidos, el ala derecha del Partido Republicano transformó a la FED en un chivo expiatorio; el mes pasado, Ted Cruz, quien espera la nominación de su partido para postularse como candidato presidencial, la acusó de "exprimir" la economía con tasas de interés bajas. Cruz pide un control más estricto del Congreso y la vuelta a la regla de oro.
En la eurozona, el BCE se vio afectado por participar, junto al Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, en la troika de instituciones que manejan los rescates de Grecia, Portugal y otros miembros más débiles de la UE. En Gran Bretaña, Mark Carney, el gobernador del Banco de Inglaterra (BoE), fue acusado de excederse por sus discursos sobre temas sensibles, tales como el cambio climático y la membresía de Gran Bretaña en la UE, que considera que están dentro del área de injerencia del BoE.
En este clima caldeado, algunos expertos afirman que la tan deseada independencia de los bancos centrales corre peligro. "Los bancos centrales ejercen mucha influencia", sostiene Willem Buiter, economista en jefe del Citi y exmiembro del Comité de Política Monetaria del BoE. "Esto podría generar una reacción y hacer que los bancos centrales pierdan su independencia operativa, aun cuando dicha independencia sea razonable... en el diseño y la ejecución de políticas monetarias, en sentido estricto".
El ideal de Ricardo de la independencia de los bancos centrales -la capacidad de un banco central de establecer políticas monetarias sin interferencias- recién empezó a consolidarse en las últimas décadas. Los atractivos están a la vista. Si la fijación de las tasas de interés se mantiene al margen de la política, las tasas se fijan en aras de una inflación baja y estable, no de conveniencias políticas de corto plazo.
Rol desmesurado
Hasta la crisis, parecía que habían dado con una fórmula mágica. Durante la mayor parte de las décadas de 1990 y 2000, las principales economías tenían inflación baja y estable, además de un nivel de crecimiento relativamente constante en una era conocida como la Gran Moderación.
Estas condiciones resultaron ser una quimera. En la década de 2000, la mayoría de los bancos centrales no señalaron -ni reconocieron- los riesgos que se estaban acumulando en el sistema bancario; esta omisión tuvo consecuencias nefastas cuando una crisis financiera desató la peor recesión mundial desde 1945. Pero, aunque parezca mentira, los bancos centrales salieron a flote de la crisis con más poder que nunca.
La pregunta que se hace tanto la izquierda como la derecha es si los feudos de políticas de los bancos se expandieron demasiado. Muchos sostienen que las autoridades monetarias deberían concentrarse en su labor principal -mantener el objetivo de inflación-, una meta que luchan por alcanzar.
Muchos analistas de bancos centrales consideran que el propio concepto de independencia precisa actualizarse a la luz de las herramientas que las autoridades monetarias han adquirido. Cuantas más facultades y responsabilidades se otorgan a los bancos centrales, mayores son los riesgos de que tomen decisiones con carga política, sostiene Stephen King, asesor económico en jefe del HSBC. "Es más probable que se considere que un banco central fracasó si está sobrecargado de un sinfín de objetivos en conflicto", afirma King. "El resultado es que se exigirá mayor responsabilidad a las legislaturas electas".
En Estados Unidos, la FED enfrenta un aluvión de desafíos legislativos para lograr su independencia del Congreso, donde a muchos legisladores les preocupa sus intervenciones multimillonarias en tiempos de crisis. Las propuestas van desde requisitos de información reforzados hasta límites más importantes a la forma en que la FED maneja la política monetaria y los préstamos de emergencia.
Si bien probablemente pocas de estas iniciativas se transformen en ley, llegan en medio de un clima político polarizado que está resultando traicionero para los bancos centrales. Roger Lowenstein, autor de America's Bank, un libro nuevo sobre la FED, sostiene que su legitimidad política es la más débil en décadas. "Si la FED no hubiese logrado intervenir con eficacia y rescatar el sistema -como ocurrió en la década de 1930-, uno podría entender su falta de popularidad", afirma. "Pero, en realidad, hoy la FED no es popular porque intervino con firmeza."
En la eurozona, la estructura del BCE lo dejó expuesto a una embestida de críticas de políticos y disidentes que lo acusan de no ser democrático y responsable en el manejo de la crisis de deuda soberana. En abril de este año, una estudiante de 21 años que trabajaba bajo el apodo de Josephine Witt tiró papel picado a Mario Draghi, el presidente del BCE, a modo de protesta por su manejo de la deuda griega. Draghi está convencido de que las reglas, no la política, dictaron su enfoque de la crisis de Grecia y otros estados miembro.
El establishment político y económico alemán, incluyendo a la canciller Angela Merkel, ha arremetido contra algunas de las políticas del BCE, especialmente contra aquellas -como el programa de expansión monetaria de 1,1 billones de euros- que requirieron la compra de títulos públicos de otros países. El surgimiento de partidos populistas, desde el Movimiento Cinco Estrellas de Italia hasta el Syriza de Grecia, también aumentó las críticas al BCE.
Opiniones de vanguardia
En Gran Bretaña, la tan anhelada independencia del BoE llegó bajo presión durante la reciente elección del líder del Partido Laborista; Jeremy Corbyn, el líder electo, propuso que se obligué al banco central a financiar la infraestructura pública... una política denominada "expansión monetaria del pueblo".
Desde entonces, John McDonnell, ministro de Finanzas en las sombras, ha sostenido que la independencia del banco central es "sacrosanta". Sin embargo, reunió a un grupo de expertos, liderados por el exresponsable de fijación de tipos de interés del BoE Danny Blanchflower, para que reconsiderasen el mandato del Comité de Política Monetaria (MPC), que tiene como objetivo principal la inflación. "La independencia es algo bueno, pero no queda claro si, desde 2005, el Tesoro hubiese hecho una mejor labor que el MPC", afirma Blanchflower.
"¿Acaso un mandato diferente [para el BoE] habría cambiado las cosas desde la crisis? Es una pregunta lógica".
La semana pasada, Stanley Fischer, vicepresidente de la FED, expuso su defensa más detallada de la independencia de la política monetaria desde que asumió como funcionario del banco central, advirtiendo que las nuevas restricciones de los políticos serían peligrosas cuando la inflación se mantuviera inactiva. Reconoció que el debate de la independencia se complica por los nuevos objetivos de estabilidad financiera que se suman a las metas de inflación, y que puede ser apropiado tener participación política en cuestiones de estabilidad tales como los auges inmobiliarios.
El problema legislativo que más preocupa a los funcionarios de la FED es un proyecto de ley respaldado por Elizabeth Warren, senadora demócrata, y David Vitter, su homólogo republicano, orientado a limitar aún más la capacidad de la FED para otorgar préstamos de emergencia en casos de crisis y frenar los "rescates por la puerta trasera" para los bancos en quiebra.














