Durante décadas, Petróleos Mexicanos (Pemex) fue una indiscutida fuente de orgullo nacional. El monopolio petrolero estatal, que fue fundado en 1938 con la nacionalización de la industria petrolera del país, se convirtió en la mayor compañía latinoamericana en términos de ingresos y ha sido símbolo de paternalismo estatal para los 112 millones de personas que viven en México.

Pero últimamente Pemex es más conocido por su ineficiencia, corrupción y, por sobre todo, sus monumentales pérdidas. Si a eso se le agregan la pronunciada caída de su producción y la trágica explosión que sufrió la sede central de la compañía en febrero, queda claro que era equivocada la antes indiscutida idea de que no era necesario reformar el gigante grupo.

Durante su campaña presidencial del año pasado, Enrique Peña Nieto (que ganó las elecciones y asumió en diciembre) aseguraba que México era rehén de la ideología y que eso había reducido el desarrollo y dinamismo del sector energético. Pemex, afirmaba, puede lograr más, crecer más y hacer más a través de alianzas con el sector privado.

No se sabe exactamente qué le propondrá el gobierno al sector cuando presente su proyecto de reforma, que se espera para el segundo semestre de este año, aunque es probable que se reforme la Constitución para permitir los joint ventures.

Petroleras como ExxonMobil y Royal Dutch Shell aseguraron estar en condiciones de invertir si el Congreso aprueba el proyecto.

Tex Tillerson, CEO de ExxonMobil, afirmó que la petrolera más grande del mundo por capitalización bursátil ya está trabajando con Pemex en estudios conjuntos por lo que podemos conocernos. Pero agregó: va a ser una proceso largo... Y si el próximo paso brinda una posibilidad para que participe ExxonMobil, lo haremos.

Pese a la incertidumbre sobre el proyecto de reforma, queda claro que es poco lo que se necesita para lograr un giro en el octavo productor mundial de petróleo.

Si bien Pemex informó que sus ventas en 2012 fueron de 1,6 billones de pesos (u$s 130.000 millones), sólo una de sus cuatro subsidiarias (exploración y producción) registra regularmente ganancias, y que el año pasado ascendieron a 95.500 millones de pesos, según resultados preliminares de la compañía. Sus otras subsidiarias perdieron juntas unos 111.600 millones de pesos, casi lo mismo que el presupuesto total de Bolivia.

Tal como el respetado columnista Sergio Sarmiento recordó a los mexicanos, no podemos cerrar los ojos frente al hecho de que estas subsidiarias pierden, no ganan, una enorme cantidad de dinero.

De las tres subsidiarias deficitarias, la peor es Pemex Refining, que el año pasado tuvo un rojo neto de 100.500 millones de pesos. Debido a eso subió la deuda neta de la compañía, que en diciembre ascendía a u$s 51.400 millones, ubicándola cerca de 29% por encima del nivel de 2008, si bien en los últimos tres años representa un menor porcentaje de los ingresos.

En una entrevista con Financial Times, el CEO de Pemex Emilio Lozoya comentó que sólo con profundos cambios (como permitir que Pemex integre joint ventures con otras empresas) se podrá alcanzar la flexibilidad financiera necesaria para explotar en su totalidad los 115.000 millones de barriles de petróleo que tiene México, según cálculos propios.

Necesitamos cambiar el marco legal de México para que otras compañías puedan compartir los riesgos. No podemos hacerlo solos, aseguró convencido Lozoya.

A decir por el reciente desempeño de Pemex, pocos podrían opinar lo contrario.