
Las ciudades se benefician de las aglomeraciones. Las millones de personas amontonadas se incentivan unas a otras, lo que no sólo es positivo para la productividad, la innovación y el crecimiento económico, sino también para la diversión, la creatividad y el romance. Sin embargo, en tiempos de coronavirus, esa conectividad se convierte en una maldición. Una enfermedad que se propaga por contacto humano hace que vivir unos pegados a otros sea mucho menos atractivo. Las ciudades no morirán pero, una vez más, tendrán que transformarse.
El posible contagio no es la única desventaja de vivir apretujados; tampoco es que ésta sea la primera vez que surgen inconvenientes que llevan a muchos a alejarse de la ciudad. Durante los '80, a raíz de las altas tasas de delincuencia, los ricos se mudaron a los confines más seguros de la periferia, por lo que los centros quedaron vacíos. En el Siglo XIX, una de las primeras cosas que hicieron los que llegaron a la City de Londres fue comprar propiedades residenciales en los barrios y pueblos de las afueras, lejos del smog.
Esta vez, sin embargo, el riesgo para las ciudades es que también se muden los empleadores. Linklaters, un importante estudio jurídico, permitirá a sus empleados pasar más de la mitad del tiempo fuera de la oficina, mientras que el administrador de activos Schroders dijo que el personal podrá desde ahora trabajar desde casa. Durante la cuarentena quedó claro para las empresas que se puede operar a distancia.
Las empresas tienen la necesidad de mudarse. Muchos de los beneficios de las aglomeraciones los aprovecharon los propietarios de inmuebles. Los trabajadores de las ciudades ganan más, pero también tienen que pagar más por la vivienda; a los empleadores también les sale más caro tener sus oficinas en el centro de la ciudad. Para las empresas que enfrentan una recesión y deben reducir gastos, podría tener sentido un traslado a las afueras o más trabajo desde casa.
Muchos de sus empleados también ven los beneficios de tener jardín y fácil acceso a la naturaleza. Los agentes inmobiliarios cuentan que observan un mayor interés por las propiedades con espacios exteriores y alejadas de los centros de las ciudades. Incluso antes de la pandemia, algunas ciudades grandes estaban perdiendo habitantes; la gente buscaba vivir en urbes más pequeñas.
El éxodo de empleadores, residentes y comercios minoristas que abandonan los centros de las ciudades lo sentirán con mayor intensidad los propietarios de inmuebles. Los precios de las propiedades comerciales bajarán y muchos edificios de oficinas y centros comerciales tendrán que encontrar nuevos usos; los alquileres más bajos, a su vez, atraerán a nuevos residentes, a menudo con ideas diferentes de lo que puede ser la ciudad.
Las diferencias de un país a otro influyen mucho. Los trabajadores de Estados Unidos y del Reino Unido, donde la pandemia se propagó salvajemente, están menos dispuestos a volver a la oficina. Muchos le temen a las mismas redes de transporte público que suelen ser parte del atractivo de las ciudades. Estas urbes tan apretadas quizás nunca vuelvan a la normalidad.
Sin embargo, para millones de personas, la pandemia también ha sido un recordatorio de todo lo que aman de la vida urbana. En diferentes momentos del año estuvo prohibido mezclarse con otros, comer en restaurantes, asistir a galerías de arte y a fiestas. Mientras que muchos se dirigen hacia pastos más verdes, otros esperan con ansias otra vez disfrutar de la selva de hormigón, tal vez incluso con un poco más de espacio personal.
Traducción: Mariana Oriolo














