
¿Sus euros son griegos, españoles, finlandeses o alemanes? La característica que define a una moneda única es que nadie se hace esta pregunta. La gente no distingue entre los dólares de Massachusetts y los de California. Y tampoco se pregunta todavía si las libras son escocesas o inglesas.
Pero ahora sí hay quién se hace esa pregunta sobre el euro. Cuando los países se unieron para crear la moneda única, una legislación local relativamente simple convirtió en cada nación los contratos en dracmas, pesetas o marcos en euros a un determinado tipo de cambio. Pero no se puede simplemente revertir el proceso cuando los países abandonan la moneda única. En cambio, es preciso determinar cuáles contratos se cumplirán en dracmas y cuáles permanecerán en euros, o bien serán convertidos en contratos en marcos. Esto es políticamente riesgoso, técnicamente complejo y puede quedar sujeto a largos procesos judiciales.
Hace aproximadamente dos años, las grandes empresas y los individuos ricos comenzaron a preguntarse seriamente en qué moneda querrían tener denominados sus activos en caso de que se deshiciera la unión del euro. No se trata de si las monedas de euro que uno tiene en el bolsillo tienen el símbolo griego o el águila imperial alemana. La cuestión pasa por los depósitos y los préstamos bancarios, las hipotecas de las casas y los contratos comerciales, y también por los salarios y los precios. El retiro de fondos de los bancos griegos indica que la gente común está pensando ahora en estos mismos términos.
Los políticos europeos, tras haber afirmado que la salida de la moneda única era imposible, ahora aseguran que una salida sería relativamente fácil. Pero la salida nunca fue imposible, nunca fue fácil y, aún cuando era públicamente impensable, los bancos centrales habrían sido negligentes si no tuvieran planes de contingencia.
Es por eso que, aunque Grecia es una parte pequeña de la eurozona, una salida de Grecia es una amenaza existencial para la unión. Una vez que se haya definido un camino de salida, empresas e individuos tendrán un modelo que les permitirá entender las consecuencias de cualquier otra salida.
Una vez que el público en general comienza a pensar si tiene euros españoles o euros finlandeses, la moneda única está de hecho terminada. Robert Mundell, el decano de la teoría de cambiaria, ha explicado que el dinero barato desplaza al caro si se intercambian al mismo precio. En el contexto europeo, el dinero finlandés y el alemán, que cargan con menos riesgo, son baratos en relación al griego o el español, que tienen riesgo de pérdida.
El crecimiento de la deuda de los países más débiles del euro en relación a los más fuertes, es una tendencia que ya se concretó y sigue haciéndose más marcada. Cuando los líderes europeos sostienen que ahora el continente está mejor posicionado para resistir una crisis, sólo quieren decir que esta acumulación de deuda ha sido transferida, en gran parte, del sector privado al público, y principalmente al área del Banco Central Europeo.
Puesto que potencialmente no hay límite a la disposición del sector privado de cambiar euros débiles por fuertes, el único límite que tiene el proceso es la paciencia de los contribuyentes alemanes, por ejemplo.
Por lo tanto, es mejor constatar si los euros que uno tiene muestran las águilas alemanas, antes de que lo hagan otros.











