
Durante un anterior período en el gobierno, el ministro de Economía brasileño Joaquim Levy fue apodado "Manos de Tijera" por su habilidad para recortar el gasto público.
Desde que la presidenta Dilma Rousseff lo convocó en enero para que forme parte de la policía económica del gobierno, Levy ha advertido con claridad que si Brasil no pone la casa fiscal en orden, su deuda será rebajada a la categoría de basura. "El dinero no está", afirmó en mayo refiriéndose a los últimos años de gasto ilimitado.
Pero a ocho meses de haber asumido el cargo, Levy está teniendo problemas para lograr grandes avances en medio de una economía debilitada y una crisis política que redujo la capacidad del gobierno de conseguir algo en el Congreso.
El tamaño del agujero fiscal de Brasil quedó al descubierto el lunes cuando el gobierno anunció que, aún sin incluir los pagos de intereses, estaba pronosticando déficit presupuestario para el año próximo.
En vez de proponer nuevos recortes de gasto o aumentos de impuestos, también pidió al Congreso que emprenda la difícil tarea de encontrar maneras de tapar el agujero fiscal.
Muchos economistas acusan a Levy y su equipo económico de efectivamente haber abandonado sus esfuerzos por recuperar el orden fiscal. "El gobierno aparentemente está tirando la toalla y ahora está exigiendo al Congreso que salga a identificar fuentes adicionales de ingresos", aseguró en una nota Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs. Siobhan Morden de Jefferies en Nueva York señaló que el gobierno está "admitiendo la derrota".
Standard & Poors y Moodys, las dos principales agencias de calificación crediticia, demoraron la decisión de quitarle a Brasil la categoría de investment grade, a la espera de ver los resultados de los esfuerzos de Levy por recortar el presupuesto. Pero como la relación deuda/PBI de Brasil subió a 64,5% comparado con el 53,4% en 2011 y que algunos pronósticos sugieren que pronto llegaría a 70%, algunos economistas esperan que en los próximos meses se produzca una rebaja de la calificación crediticia. Desde los noventa, los gobiernos brasileños usaron el concepto de equilibrio del presupuesto primario que excluye pago de intereses para medir su desempeño fiscal. Pese a que no siempre tuvieron éxito, los líderes brasileños todos los años al menos se fijaron la meta de tener superávit primario.
Sin embargo, el gobierno reconoció el lunes que si bien era poco realista, proyectaba un déficit primario de 0,5% del PBI para 2016. Es la segunda vez que informa una reducción significativa de los pronósticos presupuestarios en cuestión de semanas. Incluyendo pagos de intereses, el actual déficit es cercano al 8,8% del PBI.
La dura realidad política es que Levy tiene poco margen de maniobra. El estado ya subió abruptamente las alícuotas de impuestos en las últimas dos décadas. El vicepresidente Michel Temer dijo el lunes que "no hay posibilidad de subir los impuestos".
Sin embargo, los funcionarios afirmaron el martes que más del 90% del gasto público está predeterminado, mayormente por jubilaciones, salarios, salud y educación, y que sólo se podría achicarlo después de duras y complejas batallas políticas.
Mansueto de Almeida, un investigador del think-tank Ipea, sostiene que las medidas hasta ahora implementadas por el gobierno representan sólo el 10% de lo que se necesita para tomar el control del déficit.
Que Levy no haya podido generar un gran impacto sobre el déficit refleja la debilidad del gobierno de Rousseff, cuyo índice de popularidad cayó a 7,7%. El ministro esquiva gran parte de la culpa, pero no ha detenido los rumores de que podría no durar mucho más en el cargo. Desde que asumió recibió fuertes críticas del Partido de los Trabajadores de Rousseff por sus pedidos de austeridad. También lo ataca la derecha. El presidente de la Federación de la Industria de San Pablo, Paulo Skaf lo llama "el ministro del desempleo".











