
Samsung Electronics no debería preocuparse demasiado por la denuncia que presentó Apple ante el tribunal de San José, en el norte de California.
Cualquiera sea la resolución del caso —acusa a Samsung de haber violado diez patentes relacionadas con el iPhone y el iPad en sus smartphones basados en Android y en su computadora tablet Galaxy Tab—, lo que se lee entre líneas es evidente. Ocurre que Samsung es un persistente competidor inesperado, y eso no les gusta mucho.
Para ambas compañías, las causas judiciales no son nada fuera de lo común. Desde comienzos de 2008, la cantidad de juicios iniciados en Estados Unidos donde es parte alguna de estas dos compañías asciende a 259 en el caso de Samsung y 260, Apple.
Sin embargo, para Apple —que en la mayoría de los juicios es el principal acusado— esta medida en particular es una apuesta.
Por un lado, corre el riesgo de verse perjudicado por una interrupción en alguna parte de su cadena de abastecimiento. Samsung es el proveedor exclusivo del procesador dual-core A5 que usa el iPad 2, por ejemplo. Aún si los rivales como la taiwanesa TSMC comenzaran hoy mismo los procesos de validación, no podrían suministrar chips antes del cuarto trimestre de este año.
Pero para Apple es más importante encontrar la manera de detener el crecimiento de su mayor competidor en el segmento tablets y del mayor usuario de Android, el sistema operativo rival de su propio iOS.
Los pronósticos de Gartner indican que a fines del año próximo Android representará casi la mitad del mercado de smartphones del mundo, comparado con el 23% del año pasado y cerca de 5% de 2009. Mientras tanto, el iOS de Apple cambiará muy poco su participación, que se ubica en 19%.
Apple todavía tiene más de dos terceras partes del mercado de tablets, pero la competencia que usa Android está comenzando a erosionar su cuota.
A medida que los teléfonos y aparatos electrónicos se vuelven menos exclusivos, Apple le teme a la probada capacidad de Samsung de acelerar su penetración en los segmentos medios del mercado, tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes.










