
Nuestro clima está en crisis, pero la sed mundial de combustibles fósiles, una de las principales causas del problema, no muestra signos de disminución. Expertos de la Agencia Internacional de Energía (AIE) acaban de presentar una seria evaluación de la situación actual. El grado en que el mundo depende de los combustibles fósiles, advierte, sigue siendo "obstinadamente alto". Las emisiones de carbono aumentarán hasta 2040, incluso aunque los gobiernos logren cumplir con sus metas medioambientales. La entidad equivalente en Estados Unidos, la Agencia de Información Energética, presenta un panorama similar. El consumo mundial de gas natural, predice, aumentará 40% para 2050.
A pesar de que los líderes políticos declararon su intención de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, nuestro constante uso de fuentes como el petróleo y el gas significa que corremos el riesgo de fracasar ante el gran desafío que representa el cambio climático. Se acumulan las evidencias a favor de la necesidad de tomar una acción más decisiva. La evaluación de la AIE tiene como telón de fondo los incendios forestales en Australia y las inundaciones en Venecia y en el norte de Inglaterra. Es difícil vincular acontecimientos individuales con mayores concentraciones CO2 en la atmósfera, pero los científicos tienen claro que los eventos climáticos más extremos están relacionados con las emisiones causadas por los seres humanos. Si los gobiernos se toman en serio las metas que se han fijado, deben aplicar medidas para reducir la demanda de combustibles fósiles.
Según el Acuerdo de París, los países se comprometieron a mantener el calentamiento global por debajo de 2ºC e idealmente 1,5ºC. Los científicos advierten que incluso con un objetivo de 2ºC, las emisiones globales ya deberían estar disminuyendo año a año. En 2018 subieron cerca de 2%. Los gobiernos fomentan el suministro de energía verde, pero el avance todavía no es lo suficientemente rápido.
Hay algunas señales de que la necesidad de urgencia empieza a manifestarse. El Banco Europeo de Inversiones (BEI) se convirtió en la primera gran entidad multilateral en acordar la eliminación gradual de los préstamos para todos los proyectos tradicionales de combustibles fósiles, incluyendo las centrales eléctricas alimentadas a gas, para fines de 2021.
El impacto de la decisión es modesto en términos generales, pero es significativo. La presidenta entrante de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se comprometió a convertir al BEI en un "banco del clima". La iniciativa obtuvo el rechazo de países como Polonia, que depende en gran medida de la energía del carbón. Argumenta, al igual que muchos otros gobiernos, que el gas debería ser parte de una transición hacia una energía más limpia, un trampolín hacia un futuro renovable.
El sistema energético actual depende en gran medida de los combustibles fósiles. Esto no cambiará de manera inminente, pero si el gas quiere retener su función, debe mejorar. Hay que hacer más para fomentar la adopción de sistemas de captura de carbono, en los que se quema gas pero no se permite que el CO2 producido ingrese a la atmósfera. La Comisión de Cambio Climático de Gran Bretaña ha dicho que la adopción de esta tecnología será crucial para descarbonizar sectores clave, incluida la industria pesada. También podría emplearse en la producción de hidrógeno que reemplace al gas natural para calefaccionar edificios. Ni la captura de carbono ni el hidrógeno son por el momento competitivos en cuanto a los costos.
Para hacer frente a la crisis climática, los gobiernos deberán ser mucho más ambiciosos en sus planes para detener el uso de combustibles fósiles.













