“No rompan. Este año bajaron la inflación, el desempleo y la pobreza, ¿qué más quieren?”. La respuesta de un funcionario en las vísperas de la Nochebuena resume el espíritu con el que en el Gobierno están recibiendo las consultas periodísticas y los reclamos sectoriales por lo que empieza a definirse como las características del modelo Milei.

Los “peros” que “le rompen” a la administración nacional en este fin de año son:
- El costo de vida es mucho menor que el de 2024, pero hace siete meses que no baja y los ingresos lo sufren, de hecho en octubre los salarios volvieron a quedar por debajo de los precios y respecto a noviembre de 2023 los salarios privados registrados se encuentran 0,9% por debajo y los del sector público un 14,4%, según relevó el Iaraf.
- La desocupación bajó a 6,6% en el tercer trimestre de 2025 respecto del 6,9% de un año atrás pero el Indec refleja que se destruye trabajo formal y sólo se generan puestos en el cuentapropismo y la informalidad.
- La pobreza medida por ingresos baja, pero la clase media está ahogada por el aumento de los servicios públicos y crece el endeudamiento y la morosidad en las mediciones que llevan los bancos.
La Libertad Avanza se aferra a que sus goles son amores. El presidente Javier Milei reposteó durante el 24 previo al brindis un sinnúmero de videos y cuadros de todo el mundo que hablan del milagro argentino.
También lo hizo con el anticipo que publicó el periodista especializado Horacio Alonso sobre las ventas de autos este año, poco antes de que se comuniquen los datos oficiales completos. “Los patentamientos de autos están creciendo 14% vs 12/24 y 48,6% en el acumulado anual. El mercado va a quedar arriba de 610.000 unidades. El mejor año desde 2018”, escribió.
Las ventas navideñas, sin embargo, mostraron una retracción del 6,9% respecto de la Navidad 2024, y eso no es lo que más alerta a la Cámara Argentina de la Industria del Juguete. “Se trata del año con mayor penetración de artículos importados desde la década del 90”, explica Matías Furió, presidente de la entidad, que calcula que en estas fiestas se vendió sólo un 25% de producción nacional. El 95% de los juguetes que entran son de China, motor manufacturero en este sector como en tantos otros.
Sin éxito en los reclamos de que haya una “política industrial” como ha planteado Paolo Rocca el líder de la Organización Techint, dado que el Ministerio de Economía responde que “la mejor política industrial es una economía estable”, los fabricantes nacionales apelan a otra estrategia: señalan los riesgos sanitarios del descontrol importador desde el gigante asiático. Y este año Papá Noel les trajo una noticia en el arbolito.
La Subsecretaría de Defensa del Consumidor y Lealtad Comercial aplicó multas por $ 150 millones a un grupo de importadores de juguetes. El disparador fue una denuncia presentada por la Cámara ante la comercialización de un teléfono didáctico para bebés con luces y sonidos que supera los niveles de decibeles permitidos para este tipo de juguetes, “lo que representa un riesgo para la salud auditiva de bebés y niños de entre 6 meses y 3 años de edad”, indicaron en el sector, que anticipa que habrá más sanciones de este tipo. “La situación resulta aún más grave debido a que el producto exhibía sellos de seguridad en su envase, pese a no cumplir con los requisitos técnicos exigidos por la normativa vigente”, aseguran los jugueteros nacionales.
Se trata del tipo de intervención que hasta ahora viene tomando el Gobierno frente al ingreso de productos del exterior. Ya hace un mes también habían adoptado medidas contra una heladera que no cumplía con los estándares requeridos en el mercado local.
En un punto, el ministro de Economía, Luis Caputo, y su equipo, buscan dar la pelea respecto del impacto de la mayor apertura comercial. Aseguran que cierres de empresas como Whirlpool, con más de 220 cesanteados, son casos de compañías que no podían existir salvo con brecha cambiaria y protección, y alientan la idea de que habrá una reconversión con nuevas empresas ligadas a los sectores más competitivos de la economía, como la energía y la minería, algo que por ahora no comenzó a ocurrir.
La advertencia por una “apertura inteligente” que no destruya compañías y empleo en cantidad la vienen haciendo incluso economistas del espectro ideológico del Gobierno. En su momento fue Miguel Ángel Broda y en los últimos días se sumó Ricardo Arriazu, que en una columna escribió: “Mejorar la competitividad implica que los sectores que compiten con el exterior puedan hacerlo en condiciones de igualdad”.
Mientras tanto, un grupo de empresarios compartía por WhatsApp en estos días en los que la actividad afloja un artículo publicado en The Wall Street Journal que muestra lo muy diferente que es la mirada económica e industrial de Donald Trump, sostén y aliado ideológico de Milei en su batalla antiprogresista, pero en las antípodas respecto de la intervención estatal.
La nota se titula “Los CEOs están aprendiendo a vivir con el giro de Trump hacia el capitalismo de Estado”. Allí, el periodista Greg Ip cuenta que la compañía de placas para inteligencia artificial Nvidia obtuvo permiso para vender uno de sus chips semiconductores más avanzados a China, con una condición: el gobierno federal se quedará con el 25% de los ingresos de esas ventas.
Tras describir ese caso y enumerar otras intervenciones y compras de acciones de compañías consideradas estratégicas, concluye: “En Estados Unidos, tomar participaciones en empresas o controlar su producción se limitaba antes a guerras o emergencias como la crisis financiera y la COVID-19. Trump lo ha convertido en una práctica habitual”.
“Creo que deberíamos invertir en empresas”, había dicho hace diez días Trump al propio WSJ. “Algunos dirían que eso no suena muy estadounidense. De hecho, yo creo que sí lo es”, completó el presidente que Milei considera “amigo”.



















