

Perdimos con Heidi en la provincia de Buenos Aires. En la cuna del peronismo, hermano...". La frase pertenece a un kirchnerista Sub50. Y provocó el desconcierto de los dirigentes más familiarizados con Los Simpsons por cuestiones generacionales. Hubo que explicarles, en ese anochecer agitado del último domingo, que Heidi era el dibujo animado de una chiquita inocente criada por el abuelo en las montañas suizas. Y que, en su lamento, el peronista bonaerense había bautizado como Heidi a María Eugenia Vidal. La chica de las botas y la camperita azul Uniclo, que sorprendió al peronismo metiéndose en el barro de las inundaciones de agosto, para terminar superando en cantidad de votos a Aníbal Fernández, a Mauricio Macri y al propio candidato Daniel Scioli.
La elección impactante de Heidi Vidal fue sólo el pico máximo de la debacle kirchnerista. La única verdad es la realidad, decía Perón. Y la realidad indica que Aníbal perdió en Quilmes; que Martín Sabatella cayó en Morón; que Axel Kicilloff sucumbió en Capital y que hasta Máximo Kirchner fue superado en Santa Cruz. Sólo la polémica ley de lemas evitó el papelón total y Alicia Kirchner pudo retener la gobernación en el feudo familiar.
Pero la Presidenta mantuvo el celular ardiente en la noche del domingo y se descargó, a los gritos, con el jefe de gabinete de la derrota más inesperada. "Me mentiste a mí, Aníbal... Siempre me dijiste que estabas ganando".
En medio del terremoto, los dirigentes más cercanos a Scioli manoteaban para rescatar algún dato alentador. "Todos perdieron menos Daniel", apuntaban. Y señalaban el crecimiento de la cantidad de votos que tuvo el candidato, que se transformaba en pérdida cuando se calculaba en forma porcentual.
En Villa La Ñata, donde funciona el comité de crisis sciolista desde la madrugada del lunes, las hipótesis van y vienen, de las analíticas y sensatas a las más audaces y alocadas. El ministerio de Economía para el massista Roberto Lavagna. Un pedido de renuncia para Aníbal Fernández. Un exilio dorado para el kirchnerista Carlos Zannini. Cada visitante tiene su minuto de gracia y su idea para volver del infierno y recuperar el espíritu ganador. Scioli sabe que necesita urgente una respuesta de alto impacto para volver a iluminar la fiesta que ahora parece un funeral.













