

El sistema chino era perfecto: combinaba autoritarismo, tecnología de represión y comercio libre internacional. Estaba basado en una premisa básica, los chinos aceptaban vivir bajo mano de hierro a cambio de un mejor pasar económico.
El país debía sostener su crecimiento económico para proveer a los casi 1400 millones de habitantes. Lo hizo tan bien que ya casi nadie recuerda años en que la economía se haya contraído. Y para crecer cada vez más rápido había que vender mercancías a todo el mundo. Un negocio redondo que anduvo durante décadas: exportar con energía subsidiada y contaminante, limitar importaciones, mantener costos bajos -especialmente el laboral-, y seducir con inversiones y cultura.
Todo andaba de maravilla, hasta que el mundo chocó con la obsesión cultural china del “mianzi“ o reputación que representa la percepción social del prestigio. A eso le agregamos el férreo sistema autoritario y el resultado fue una catástrofe mundial.
En noviembre de 2019, casi dos meses antes de que China alertara a la Organización Mundial de la Salud sobre el “primer caso de coronavirus, médicos como Li Wenliang llamaron la atención sobre un nuevo virus. Li, junto con otros seis médicos preocupados por este nuevo y letal patógeno recibieron amenazas de agentes de la policía secreta china ante los “rumores que esparcían. La reacción automática del cepo informativo anduvo como se esperaba.
El puñado de agentes que “visitó al Dr. Li y sus colegas fueron, junto con sus patrones comunistas, quienes demoraron al planeta en la lucha contra este nuevo virus. De haber actuado con un mínimo de responsabilidad, el mundo estaría hoy donde estará con mucha suerte en el mes de noviembre en la lucha contra la pandemia. Centenas de miles, o más, se habrían salvado.
Durante el incendio los gobiernos buscan agua para apagar las llamas. Pero cuando todos miren las cenizas de lo que quedó van a pasar dos cosas inevitables para China.
¿Es esa la forma de actuar de un estado “responsable con aspiraciones de liderazgo internacional? China volverá a un esquema de odio comparable con la última “travesura de 1989 en la Plaza de Tiananmen. Adiós a la cooperación, las alfombras rojas, las bienvenidas rimbombantes y las palabras grandilocuentes ante el liderazgo de Beijing. Las empresas chinas, sus bienes e inversiones de capital estarán cuestionadas por el terror visceral que el virus chino dejará en cada persona del planeta.
El corolario de este problema es que los países no democráticos y sin libertad informativa quedarán más aislados que nunca.
Hubo muchas tragedias recientes que dejaron más víctimas que el coronavirus. En tsunami de 2004 dejó casi un cuarto de millón de muertos. Por el momento, no hay proyecciones que acerquen los que se quedarán sin aire a semejante cifra.
A diferencia de esas calamidades en vidas, esta vez el colapso económico es total. Ningún mercado importante estará en condiciones de demandar bienes, incluyendo los chinos. Beijing no tendrá clientes por algunos años mientras el mundo se recupera.
A eso se suma el doble estigma, de favorecer la pandemia y, cuando el mundo pidió ayuda a China, se enviaron bienes defectuosos. Más de medio millón de barbijos rechazados en Holanda, complementado con fake tests enviados a Malasia y España.
¿Cómo queda el acuerdo de desarrollo económico a cambio de libertades para los chinos de a pie? Serán tiempos duros en el gigante asiático. La generación energética cayó 8,2% respecto del año anterior; las ventas minoristas se desplomaron casi 24% en febrero, según datos oficiales, estos datos sugieren una profunda recesión.
Asimismo, cuando el acuerdo de bienestar económico se quiebre, el partido deberá valerse de la tecnología represiva y el tradicional músculo autoritario. Los chinos deberán tener mucho cuidado qué dicen porque les costará la vida, no sólo una “llamada de atención de los dirigentes locales, como a Li Wenliang.
Es poco probable que el liderazgo interno del Partido Comunista sea cuestionado. No hay una fuerza que pueda reemplazarlo y el control es cada vez más eficiente. Sin embargo, China volverá a otra etapa de aislamiento, esta vez, justo cuando estaba a punto de sentarse “en la mesa grande de las naciones más importantes del mundo.
(*) Analista internacional y filósofo














