Coimas. Sobreprecios. Arreglos espurios. Laboratorios. Fentanilo. Libra. Karina Milei. Lule Menem. Audios filtrados. Discapacidad. Servicios de inteligencia. Censura previa. El endiablado combo de conceptos que viene inundando la discusión pública nacional suena destructivo per se. Sin embargo, el contexto ampliado es todavía peor: una interna desaforada en los pasillos oficiales; un Congreso casi sin aliados después de meses de vapuleos hasta a los más cercanos; y una economía resentida después del mal timing del affair LEFI/tasas y el anuncio sorpresivo de la intervención libertaria en la flotación del dólar. Cartón lleno: la antesala de la elección en la provincia de Buenos Aires no pudo ser más caótica. Y, en ese contexto, llegó la hora de la verdad. Javier Milei y Axel Kicillof, los antagonistas de la contienda bonaerense, se juegan mucho este domingo. Quizás demasiado. Por eso, mientras los participantes de la tercera vía tienen pretensiones más humildes y pueden quedar satisfechos con poco, el presidente y el gobernador necesitan ganar. O, cuanto menos, modelar la realidad para mostrarse victoriosos. En otras palabras, dentro de la madre de todas las batallas se avizora una verdadera guerra de interpretaciones de resultados. En una Buenos Aires que tiene 14.376.592 personas habilitadas para sufragar y que por ende concentra casi el 40% del padrón nacional: ¿triunfa el que saca más votos en general, el que celebra en la mayoría de las ocho secciones en las que se divide la geografía o el que se queda con más bancas en la Legislatura? La pregunta y la respuesta parecen sencillas, pero en ese rincón de nuestra tierra nada es lo que parece. Sorpresa: el 70% de la población vive en el Conurbano, especialmente en las famosas Primera y Tercera, pero sus habitantes eligen apenas el 37% de las bancas; por el contrario, el 30% que compone el interior bonaerense se queda con el 63% de los escaños. De esta manera, la subrepresentación de los distritos en los que no entra un alfiler es acaso el secreto mejor guardado -y una deuda enorme- de la política vernácula. Y si no, más números: la Primera sección (con sus 24 populosos municipios entre los que se encuentran Campana, José C. Paz, Moreno, Tres de Febrero o San Isidro) tiene 5.131.861 inscriptos en el padrón que deben renovar a sus 8 senadores; al mismo tiempo, la Cuarta sección tiene 7 senadores para tan solo 547.677 electores. Sí, leíste bien. Respirá. Y volvamos a las profundidades de esta Buenos Aires inexpugnable: como quedó claro, vencedores y vencidos dirán, cada uno según su conveniencia, que juntaron más votos o más bancas que su competidor directo. Es la antesala de una elección compleja y nacionalizada, aunque probablemente sin ganadores absolutos. Para construir el relato de una posible victoria -sea en porcentaje, secciones o bancas- los dos principales campamentos jugaron hasta el inicio de la veda con una estrategia que ya aplicaron en mayo en la Capital Federal: mostrarse perdedores para sorprender con un resultado más jugoso de lo previsto. Así, peronistas y libertarios hacen saber que están detrás del contrincante por entre 2 y 5 puntos en la sumatoria total. "Empate técnico", arriesgó el primer mandatario en su cierre de Moreno. Pero todos esconden sus verdaderos números. Hay otro factor clave: estos comicios se van a desarrollar con el telón de fondo de una apatía que ya mostró un preocupante ausentismo en CABA, Santa Fe, Chaco, San Luis, Salta, Jujuy, Misiones y Formosa. ¿Consolidará la República niveles de participación electoral más propios de regímenes de voto no obligatorio? Un asunto que todo el espectro dirigencial debería seguir de cerca. Pero hay más y en este caso nada tiene que ver con guarismos. Es que la disputa por las interpretaciones incluirá también un capítulo estrictamente vinculado a las necesidades políticas de cada espacio. Kicillof necesita certificar que valió la pena ser el autor intelectual del primer desdoblamiento de su provincia, disputar la lapicera de CFK-La Cámpora y exhibir una autonomía que no había logrado antes. Milei y su equipo necesitan demostrar que están vivos y que pudieron cuanto menos crecer en el territorio más poblado de Argentina pese a estar transitando el peor momento de su gestión. Así como la desunión y las peleas palaciegas entre las diferentes tribus K marcaron el pulso del inicio de la campaña, los escándalos institucionales complicaron el tramo final para el oficialismo nacional. En ese marco, los candidatos bonaerenses se vieron obligados a reducir sus actividades públicas y sus apariciones en la prensa; sin ir más lejos, José Luis Espert -la figura más relevante de la alianza LLA/PRO- limitó drásticamente su exposición. Con todo, si bien es cierto que un golpe para los violetas en este septiembre no necesariamente destruye las chances de un festejo en octubre, el problema para la Casa Rosada y particularmente para el ministerio de Economía es la lectura que hagan los mercados del día después y lo que pueda suceder en el mes y medio que separa la provincial de la nacional. Aunque falte una eternidad, nadie quiere mostrar señales de debilidad de cara a 2027.