

Algo había que hacer. El déficit de cuenta corriente marcó 5,5% del PBI. El déficit fiscal, all inclusive, supera los 7 puntos del PBI en cualquier medición. Antes de que se anuncie una inflación de diciembre cerca de 3% y con el dólar en alza, el gobierno de Cambiemos optó por corregir las metas a valores más realistas. Montado a caballo de las leyes aprobadas en el Congreso, mandó al jefe de Gabinete, Marcos Peña, a los titulares de Hacienda, Nicolás Dujovne y al de Finanzas, Luis Caputo, junto al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, a buscar algo que, a pesar de los logros, todavía no parecía ganado: la credibilidad.
Lo advirtieron economistas moderados y extremos por igual: "Así como vamos, chocamos". El propio presidente Mauricio Macri lo admitió: "Así no podemos seguir". Algo había que hacer.
Correr las metas un año, fijar 15% en vez de 10% para el objetivo de inflación, es un dato positivo. Reconocer la dificultad para domar los precios. Habrá que ver si resulta. Si le creen al 15, si la economía, empezando por paritarias, se adapta a ese porcentaje; probablemente funcione. Los números no juegan a favor. En los días previos al estallido del plan Austral, el déficit de cuenta corriente era de 4% del PBI. Antes de la explosión de la Convertibilidad era de 4,8%. Hoy, 5,5%.
El déficit fiscal en 1989, vísperas de la hiperinflación, era de 8% del PBI. En el ocaso de la tablita de Martínez de Hoz, de 11%. En la caída de la Convertibilidad, de 7%. Hoy, 11%. (Milei, Giacomini en "Otra vez sopa"). En base a los datos históricos, muchos economistas pronostican un horizonte de default. ¿Por qué esta vez puede ser diferente?
En primer lugar, Alfonsín, Menem y De la Rúa habían perdido las elecciones legislativas de medio término por 10 puntos o más. Macri acaba de imponerse por seis puntos en Buenos Aires y con dos figuras intermedias derrotó al ícono de la oposición extrema en la disputa por las bancas del Senado. Sus predecesores estaban de salida, convertidos en "patos rengos". Macri puede soñar con un segundo periodo.
Segundo, el Presidente parece entender que en la economía hay problemas. Lo admitió e instruyó al equipo de Gobierno para recalcular. Ya no alcanza con implorar, necesita que confíen, que le crean.
Ahí está la clave. Las nuevas metas recalculadas van a ser miradas con lupa. Después de dos años, no hay mucho margen para los desvíos. Esta vez puede ser diferente. Pero no será fácil. Como advertía el célebre billarista Juan Navarra, Navarrita, antes de ejecutar el tiro para la fantástica carambola que había anunciado: "Si sale".













