La dispersión y la disgregación sindical, los salarios y la forma y modalidad de actualizarlos y de negociarlos, la creación de más y mejores oportunidades de trabajo para los desempleados, para los subocupados, y para los subsidiados de los planes sociales con trabajo precario o sin trabajo, y sobre todo, las nuevas condiciones económicas que resulte eficiente para luchar contra la inflación y crear los cimientos de una nueva etapa de crecimiento, todavía no tienen definiciones concretas, ni cuenta con anuncios específicos.

Para poner los caballos delante del carro, primero hay que crear confianza y luego valerse de ella para lograr las mejores condiciones necesarias para el crecimiento el desarrollo y el progreso.

Las acusaciones entre los candidatos de responsabilidades y culpas del pasado, de corrupción y de preferencias sobre los grupos económicos, la xenofobia versus la diversidad, las críticas a los criterios con los cuales se operó frente a la crisis, el cuadro económico y financiero que no termina de salir de la crisis del 2008 y que ha restado crecimiento, oportunidades, y enormes limitaciones para el empresariado, y el futuro del empleo estable frente al desarrollo del conocimiento y las tecnologías, son los temas de debate interno dentro del Partido Demócrata y del Partido Republicano, para elegir los respectivos candidatos para las elecciones presidenciales en los Estados Unidos.

Es curiosa la contradicción y las coincidencias entre la realidad de nuestro país y el país del norte, que lentamente visualiza la pérdida del liderazgo económico frente al avance de China y de los países que siempre preocupan a la economía mundial como Japón, Alemania, Francia, Italia y las economías más sanas del orbe.
Sin embargo, existe un plano en el cual las divergencias y las diferencias son totalmente diversas.

El pueblo americano no acepta generalidades, busca en sus candidatos la posición específico de cómo enfrentar los distintos problemas que se debaten en la sociedad como la guerra en distintos frentes, el sistema de salud, el acceso a la vivienda y la hegemonía de los que arbitran las hipotecas, la pérdida de los puestos de trabajo por el avance tecnológico, el desempleo de los jóvenes, las inmigraciones de otros países, y en especial, de los más pobres o necesitados, y en particular, las grandes dificultades para volver al crecimiento sustentable.

En nuestro país solo tenemos promesas basadas en pensamientos mágicos originados en las necesidades de campaña, donde todos literalmente mienten sobre los objetivos que no pudieron lograr en la gestión, y que ahora, por obra y gracia de su voluntad realizarán.

El impuesto a las ganancias de la 4ta. categoría por ejemplo implica una reforma fiscal integral, y es una promesa vana elevar el mínimo no imponible, sin develar de qué modo no se perderá recaudación, en un presupuesto nacional con un déficit fiscal en donde no se podrán dar el lujo de bajar los impuestos, frente a una deuda y necesidades públicas record dentro de lo que es la historia argentina completa.

Otro tanto ocurrirá con el tipo de cambio y la necesidad de restablecer a las economías regionales, a cuyos fines se requerirá financiamiento y un fuerte respaldo de todos los intereses contrapuestos en juego.

El crecimiento del empleo y la multiplicidad de oportunidades, eje de todos los reclamos globales, no es una causa, es el resultado y la consecuencia de un plan económico que propicie el crecimiento sobre todo en inversiones de capital intensivo, la competitividad, y el desarrollo.

En esta nueva etapa parece que ha concluido las promesas vanas y se necesitan medidas concretas. Los anuncios, las promesas de campaña, solo tendrán algún valor si se vuelve a crecer, si se lucha con eficiencia contra la inflación, si se contribuye a un plan integral que pondere la iniciativa, el desarrollo, la igualdad y multiplicidad de oportunidades, y en especial, recupere la confianza perdida en las medidas de gobierno y en las altas posibilidades de una nueva etapa de crecimiento sustentable.