El Gobierno hoy está concentrado en las correcciones cambiarias y monetarias que allanen el camino para levantar el cepo, sin abandonar a la baja de la inflación como objetivo angular. Pero mientras libra esa batalla financiera, todavía no ha conseguido revertir la caída que muestra la economía real. Varias industrias continúan operando a la mitad de su capacidad instalada y el consumo aceleró su caída en junio. Como telón de fondo, el desempleo se vuelve algo más que una amenaza.

Javier Milei sabe que su política es dolorosa. No ocultó esa convicción ni cuando hizo la campaña electoral que lo llevó a la presidencia, ni cuando puso en marcha las medidas más duras de su plan motosierra. Pero a siete meses de iniciada su gestión, necesita resultados. En público apuesta a una recuperación en V. Pero en los papeles, lo que se percibe es un rebote acotado a los sectores más dinámicos (energía, minería, agro). El resto de las industrias tratan de despegarse del fondo de una U. El repunte será lento, e incluso algunos se atajan ante la chance de que ocurra una W, modelo que traduce un serrucho de alzas y luego bajas.

La pulseada que se instaló en el mercado pasa por los tiempos de vigencia del cepo y del ajuste cambiario. Los críticos dicen que hay que corregir el atraso para que se acelere la entrada de dólares y se active la economía. Del otro lado, el Palacio de Hacienda y otro lote de economistas advierte que devaluar no corrige los desequilibrios, sino que los aumenta. Y que hay que esperar dos meses más a que se normalice el ingreso de capitales para estar en condiciones de desarmar las restricciones.

Reducir la emisión monetaria ayudará a apagar la inflación. Pero la política económica debe mirar un poco más allá.