

Según el estudio que publicaron en 2011 Maribel Rodríguez Zapatero y Magdalena Rodríguez Jiménez, de la Universidad de Córdoba, España, el 71,43% de las mujeres de una familia empresaria trabaja en la empresa. De ellas, el 38,82% asume puestos de dirección. La edad con que la mujer en la empresa familiar asume un cargo de responsabilidad se distribuye con una media de 31 años.
Muchas veces las mujeres no ejercen una función de dirección formalmente establecida.
Sin embargo, en la práctica, sus contribuciones pueden formar parte de una organización invisible, conocida únicamente por las personas más cercanas al círculo familiar.
Se trata de una manera muy particular de ejercer poder, generalmente en el ámbito privado, pero con una enorme incidencia en el ámbito público.
Los aportes invisibles de las mujeres en las empresas familiares se relacionan con actividades laborales que no son reconocidas ni remuneradas formalmente, así como todas las funciones de liderazgo emocional que ejerce la mujer en la familia.
Las contribuciones laborales se refieren a un sinnúmero de funciones que llevan a cabo las mujeres en los negocios familiares, especialmente en sus primeras etapas, tales como ser la asistente formal o informal del fundador, el manejo de la contabilidad y de los recursos humanos, entre otras.
Estas actividades suelen organizarse de forma tal que puedan llevarse a cabo desde el hogar o que impliquen más bien algunas horas de dedicación en la empresa; muchas las efectúan mujeres que tienen, además, responsabilidades laborales fuera de la firma familiar.
En una simple enumeración de funciones podrían parecer tareas menores, pero, en especial en las empresas pequeñas en proceso de crecimiento, se trata de cumplir una función clave de control y cohesión de la fuerza de trabajo, que es irreemplazable.
Hay empresas en las que se afirma que, en función de los rubros a los que se dedica, o las características del mercado, de los competidores, o de los clientes, no es conveniente que una mujer ejerza la dirección. En este punto es probable que los prejuicios sean la principal explicación para estas restricciones.
Los puestos de enorme responsabilidad que ocupan las mujeres, tanto al desempeñarse como Jefas de Estado, cuanto al presidir grandes compañías, son demostrativos de que nada debería impedir que la mujer tenga iguales oportunidades de acceso a los espacios de dirección en la empresa.













