El 5 de agosto del año pasado presenté un proyecto de Ley para solicitarle al Gobierno que emita billetes de 5000 y 10.000 pesos debido a la aceleración que la inflación llevaba por aquel entonces. Por supuesto, el oficialismo hizo caso omiso a la iniciativa como si la no emisión de billetes de nueva y más alta denominación fueran a detener el ritmo inflacionario.

En aquel entoncesel dólar informal o paralelo, es decir, el único al que se puede acceder sin restricciones ni quitas absurdas de ninguna índole, cotizaba a 178 pesos comprador.

Es decir que, hace apenas un año, un billete de 1000 pesos valía 5,6 dólares. Hoy el mismo billete que el gobierno imprime de manera desenfrenada pasó a valer 2,96 dólares. Tremenda ha sido la devaluación e impresionante ha sido la consecuente pérdida del poder adquisitivo del salario real.

El Gobierno que asumió prometiendo que habría menos pobres, que todo el mundo tendría acceso a un mejor nivel de vida, asado incluido, y que los jubilados serían rápidamente rescatados, terminó hundiendo al país en una espiral inflacionaria que licuó los bolsillos y desprotegió a todos, con especial énfasis en los más vulnerables.

La depreciación de la moneda socava a la economía nacional y al propio Gobierno que, pese a haber cambiado de ministro de Economía, no da señales claras de adónde ir.

Ciertamente la aparición de billetes de alta denominación no resolverá el problema de fondo pero servirá para hacerle más cómoda la vida a los argentinos, menos costosa la emisión en función de las cantidades necesarias y más simple la logística de transporte y distribución en cajeros automáticos.

En lugar de crear billetes que dentro de todo "sirvan", el Gobierno anunció hace meses una nueva familia de papel moneda integrada por próceres con paridad de género. El oficialismo cree que así gana en relato pero la paridad que se pierde es frente a la moneda que, la gente que puede, usa para refugiarse frente a la constante y acelerada pérdida de valor del peso.

Por eso insisto en que se trate el proyecto de mi autoría S-1765/2021 que duerme el sueño de los justos en el Senado mientras los argentinos viven una pesadilla que se agrava minuto a minuto.