

Decir inconstantes (y por lo tanto, nunca apegados a un horizonte definido ni mucho menos sacrificado) o plantear que los argentinos adolecen de una notoria falta de convicciones (y por ende, se muestran pendulares y casi siempre emperrados en salirse con la suya) son descripciones más que válidas sobre conceptos ya están instalados en el ADN del grueso de la sociedad, así en el fútbol como en la política. En estos días, el ser blanco de la crítica, además gritada a través de la televisión con tono de tragedia operística, le cabe por igual a Mauricio Macri y a Jorge Sampaoli, ya que ambos han cometido el mismo pecado: el de no conseguir resultados inmediatos para calmar las ansiedades de todos.
En general, por estas tierras, la gente le hace sentir su desencanto de la peor manera a quien le prive de alcanzar ya mismo la supuesta felicidad, se llame como se llame. Una dieta voluntaria y saludable no entra tampoco nunca en los cálculos del país del dulce de leche, ya que los sacrificios (un ajuste económico o la bronca por una eventual eliminación) se resuelven casi siempre con ruido o pateando el tablero o pidiendo la cabeza del que manda o justificando lo que se dio en llamar el golpe de estado de los jugadores en la concentración rusa.
Esta última mención entre divertida y banal que se escuchó y leyó en los graphs de los zócalos de los canales, algo más que usual tras el 0-3 ante Croacia, trajo a la memoria las peores sombras de la tragedia argentina y hasta ayudó a naturalizar expresiones que se dan de patadas con la legitimidad democrática, como las que pronunció el dirigente ferroviario Rubén Pollo Sobrero quien, el lunes pasado, en medio del paro general de la CGT (a la que critica), descarriló ante un auditorio que seguramente quería escuchar eso, al pronunciar una nefasta frase que brotó de su interior, sin margen luego para creer en rectificaciones: "vamos a seguir empujando por esa huelga de 36 horas y por un plan de lucha, para que caiga el Gobierno", arengó.
Luego, están los períodos de cierta calma ante una supuesta esperanza como lo fueron el triunfo ante Nigeria o el ingreso del primer desembolso del FMI o la vuelta al club de los emergentes. Estos dos últimos datos de la realidad contribuyeron a poner cierta calma en los mercados por unas pocas horas hasta que las pálidas reaparecieron y se instaló nuevamente el clima de canibalismo que abona la volatilidad que pone nervioso al Gobierno. Y si los astros se ponen el línea negativa en contra de la Argentina mañana y llegan malas noticias desde Rusia, es sabido que el club de los agazapados va a sacar a la luz nuevamente todas las facturas que le han quedado sin pasar no sólo hacia el DT, sino hacia el grupo de jugadores que, por edad, ya están de salida en la Selección.
Desde las prioridades, por supuesto, que la Argentina de estos tiempos vive una situación mucho más dramática en materia económica y social, aristas que le generan al Presidente ruidos políticos de afuera y de adentro, que en cuanto a su controvertida participación en el Mundial. Desde lo práctico, la tarea implica que Macri deberá lubricar una bisagra muchísimo más complicada que la que se necesitó aceitar en Rusia para pasar de ronda. Y en su caso, se sabe también que dicha tarea tiene como límite los tiempos electorales que todo político necesita aprovechar.
Está claro que por las múltiples variables que juegan todos los días unas contra las otras, (déficits gemelos, suba del dólar, altas tasas, tarifas, inflación creciente, menor nivel de actividad, etc.) el Gobierno tiene frente a sí una durísima misión que conlleva a la vez trabajar para mejorar la competitividad, impulsar el empleo y darle oxígeno al consumo y la inversión. Y todo en nombre de un gradualismo que necesariamente apunta a velar por la situación social de pobres y desempleados, directriz que el Fondo Monetario parece que ha venido a cristalizar, inclusive para que Macri siga en 2019.
A los mercados sigue sin gustarle esta variante de estirar los ajustes, que ellos definen como prolongar la agonía, como tampoco que no se haya hecho cirugía mayor en materia de achicamiento del Estado, inclusive con desmembramientos de los múltiples ministerios que creó esta misma Administración. Dicen en la Casa Rosada que todos los cambios que encaró el Gobierno desde hace un par de meses a esta parte van en línea con el ordenamiento que se necesitaba para poner bajo el mayor control posible todas las variables mencionadas que, al estilo de una manta corta que tapa y destapa a la vez, son las que provocan los dolores de cabeza macroeconómicos, dicho sea de paso, los mismos que prohijó durante más de dos años.
Y así relatan que para encorsetar todas esas variables tan concatenadas, primero se puso bajo la órbita de Nicolás Dujovne la coordinación de las áreas que implican afectaciones presupuestarias y que se le paso el área de Finanzas, para poner al frente del Banco Central a un experto en cuestiones financieras como es Luis Caputo, un funcionario que, como ministro, se ganó muchos laureles internos con la visión que tuvo en enero a la hora de salir a colocar deuda y además fue factótum del periplo al FMI. Luego, señalan que el achicamiento del déficit lo empezó Dujovne antes de tomar contacto en el organismo y a regañadientes admiten que los socios de Cambiemos (incluidas notables figuras del PRO) algo tuvieron que ver con la salida de Federico Sturzenegger, Juan José Aranguren y Francisco Cabrera, estos dos últimos quienes, como ministros, habían generado rigideces (y con ellos ruido político) justamente con los sectores con los que tenían que interactuar.
En la reestructuración, el Presidente se decidió a reemplazar a ambos por expertos en cada una de las áreas, Javier Iguacel y Dante Sica, dos hiperactivos de diferente tenor y ambos con mejor cintura política que sus antecesores. El primero llegó a Energía desde su puesto en Vialidad Nacional y su misión número 1 será tratar de cambiar el horizonte tarifario que tantos dolores de cabeza ha generado en materia inflacionaria. Ingeniero en petróleo, de su paso por YPF, Iguacel se reconoce como discípulo de José Estenssoro y se ufana de haber salido de la petrolera estatal cuando pasó a ser subsidiaria de Repsol. En su puesto anterior, el funcionario se caracterizó por tener un perfil bien visible (al revés de otras áreas de gobierno, a las que se les pide sujeción a un comando de comunicación centralizado), en cuanto a la difusión por redes sociales de las obras encaradas y ejecutadas.
En el Gobierno lo tienen por buen negociador y se le ha encargado que avance en acordar un nuevo sendero en materia de tarifas de servicios públicos, un tema que le llevará muchas horas de afinar el lápiz para bajar subsidios que, para no afectar más a los consumidores, deberán caer en el caso de la electricidad en cabeza del transporte y la distribución. Pero, ocurre que hay contratos firmados, planes de inversión anunciados y a veces con obras comenzadas a partir de un horizonte ya definido. En cuanto al gas, las charlas pasarán más por establecer nuevos precios del fluido en boca de pozo, mientras que lo petrolero irá por un carril aparte en cuanto al valor del barril interno, con una derivación fundamental que golpea el bolsillo de modo directo e indirecto, como es el precio de las naftas y el gasoil, hoy atado a variables que no paran de subir (precio internacional del petróleo y tipo de cambio).
En cuanto a Sica, básicamente un experto en la economía real, en temas industriales y en comercio exterior, en especial por su conocimiento de Brasil, llega para cubrir la falta de dinamismo que tuvo la gestión anterior. Por sus antecedentes en la actividad privada se lo tiene por una persona capaz de llegar a las siete de la mañana a su oficina, tomar tres aviones en el día para ver in situ y quedarse hasta las 11 de la noche a finalizar la tarea. Si bien ahora, por instrucciones de Macri, se le ha encargado hacer un refresh más productivo de la llamada Ley PYME, el nuevo ministro tendrá una tarea fundamental, ya que será el encargado de conseguir los dólares comerciales que la falta de dinamismo de la economía retaceaba y, en ese sentido, el valor del nuevo tipo de cambio será una ayuda al respecto, aunque está claro que nadie exporta más de un día para otro.
La gran incógnita que genera todo este devenir pasa, una vez más, por la paciencia social y en este sentido serán más que importantes las alianzas políticas que el Gobierno pueda generar para que se observe a gran cantidad de sectores dentro del mismo bote. Al respecto, este tironeo tan relevante para seguir no se definirá entre Sampaoli y los jugadores, sino que se dará entre Macri y la oposición peronista y por eso se está armando con los gobernadores un nuevo Pacto a encarar en un par de semanas con la idea de sumar gobernabilidad.
Para el Gobierno parece claro que el peronismo se hará cargo de acompañar la movida, aunque haciendo pucheros para la tribuna y con la secreta esperanza de que el costo político lo pague el actual gobierno, para que el año próximo le entregue un país económicamente mejor. En ese sentido, el Presupuesto 2019 será la pieza legislativa que explicitará el ajuste pactado con el Fondo, es decir cómo hacer para dejar el dulce de leche de lado y ajustar el cinturón del Estado a medidas más apropiadas.













