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Hay un quiebre de tendencia en la tasa de interés real en pesos. El sistema financiero redujo fuerte los rendimientos y la mayoría de los bancos paga entre 25% y 27% de TNA. Esto implica que un ahorrista que inmoviliza $1.000.000 en un plazo fijo minorista obtiene una tasa mensual cercana al 2,2% -o incluso menor-, por debajo de una inflación que corre al 2,3% mensual. En otras palabras, resigna poder adquisitivo. La tasa pasó de ser real positiva a real negativa.

La tasa de plazo fijo es la menor en 64 meses. Desde julio de 2020 estas colocaciones no ofrecían un interés nominal anual de 27%. Los datos oficiales del Banco Central muestran que solo en febrero de este año hubo pocos días en los que la tasa promedio se ubicó en torno al 28% anual.
Desde entonces, las tasas de interés en pesos se mantuvieron muy por encima de la inflación, por lo que la economía operó con tasas reales positivas. De hecho, en los primeros días de septiembre la tasa general de plazo fijo llegó a rozar el 60% anual, casi duplicando la inflación proyectada para este año. Garantizaba un rendimiento positivo muy alto.
Punto de partida
Desde el 16 de octubre, luego de que el Tesoro de Estados Unidos intervino en el mercado argentino, se ve un fuerte retroceso en la tasa de interés. Combinado a que la desaceleración de la inflación se estancó. En octubre la inflación minorista se aceleró 0,3 puntos porcentuales contra septiembre. Como resultado están convergiendo ambas variables.
La baja se extendió también a las letras, que ajustaron sus rendimientos. Hasta entonces, la brecha positiva entre tasa e inflación incentivaba las colocaciones más conservadoras; ahora, esa diferencia se revirtió.
Desde el 16 de octubre, luego de que el Tesoro de Estados Unidos intervino en el mercado argentino, se ve un fuerte retroceso en la tasa de interés. Combinado a que la desaceleración de la inflación se estancó.
Tras el inédito apretón monetario que aplicó el Gobierno antes de las elecciones, la estrategia ahora es la opuesta: comenzar a volcar más pesos a la calle dado que estacionalmente aumenta la demanda, flexibilizó levemente los encajes y dejó de convalidar tasas altas en las licitaciones.
El aumento de liquidez coincidió con una disminución del riesgo político posterior a las elecciones y derivó en una caída acelerada de las tasas pasivas en pesos. A esto se sumó un retroceso en la proporción de depósitos en dólares dentro del sistema financiero, que pasó del 35,8% al 34,3%, lo que reforzó el flujo hacia activos en pesos.
El nuevo escenario va a modificar el comportamiento de los inversores. Con tasas reales negativas, las colocaciones más seguras ya no preservan el poder adquisitivo. Esto debería generar dos efectos los próximos meses. Por unh lado, en el mercado financiero, empujar a muchos agentes a buscar alternativas en instrumentos bursátiles de mayor riesgo relativo: acciones argentinas, obligaciones negociables.
El aumento de liquidez coincidió con una disminución del riesgo político posterior a las elecciones y derivó en una caída acelerada de las tasas pasivas en pesos. A esto se sumó un retroceso en la proporción de depósitos en dólares dentro del sistema financiero.
Nuevas opciones
Las letras captaron una parte significativa de ese movimiento: el volumen operado por ejemplo en la S28N5 subió en promedio un 160% después del 27 de octubre, al pasar de unos $25 millones diarios a cerca de $160 millones.
La mayor demanda comprimió las tasas de las letras y aceleró la baja en toda la estructura de rendimientos en pesos. La curva dejó de estar invertida y volvió a mostrar una relación directa entre riesgo y rendimiento. Aun así, todavía títulos como la S27F6 ofrecen un rendimiento del 31% anual y la S30A3 ronda el 30,7%, por encima del plazo fijo tradicional.
El impacto no se limita al mercado financiero. La caída de las tasas nominales y el ingreso a terreno real negativo valorizan las inversiones en la economía real. La diferencia entre invertir en instrumentos conservadores o destinar fondos a proyectos productivos empieza a reducirse. Ese cambio puede trasladarse a una recuperación del nivel de inversión si se sostiene la actual relación entre inflación, tipo de cambio y tasas.
Ojo con el crédito
Esta dinámica también debería afectar a las tasas activas. Antes de las elecciones, las tasas de los créditos personales subieron con fuerza y más que duplicaron a las tasas de los plazos fijos. Desde el 10 de noviembre comenzaron a bajar: la TNA promedio descendió del 82% al 76%.
Sin embargo, como las tasas pasivas se ajustaron mucho más rápido, la brecha entre ambas se amplió primero y hoy se está comprimiendo, pero lentamente.
La convergencia futura depende de tres variables: una inflación que continúe desacelerando, un tipo de cambio estable y un mercado financiero sin episodios de volatilidad abrupta. En ese escenario, las tasas activas deberían comenzar a bajar con más consistencia. La ventana pasiva suele ajustarse primero y la activa tarda más en acompañar, porque el banco preserva el equilibrio entre lo que paga y lo que cobra.
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