De niña leía en el diario Río Negro episodios de Ripley que se promocionaban con la leyenda: increíble pero real, aunque ud. no lo crea. La frase volvió a mi mente ayer, tras escuchar que Horacio Braga participó de un acto K.

El sujeto fue condenado a prisión perpetua porque la Justicia estableció que fue quien disparó contra José Luis Cabezas. La misma Justicia lo liberó y ayer se dijo incluso que estudia periodismo (¡sí, periodismo!), lo que vuelve a la noticia no solo irreal sino una afrenta moral. “Mediante este comunicado repudiamos la presencia del asesino de José Luis Cabezas en la última sesión del Concejo Deliberante platense. Asimismo desmentimos enfáticamente que Horacio Braga sea estudiante de la Facultad de Periodismo y haya participado, participe o participara de alguna actividad académica o institucional" salió a desmentir la facultad. En paralelo la decana y concejal kirchnerista Florencia Saintout se vio obligada a pedir disculpas a Gladys, la hermana de Cabezas. Braga había participado de un acto organizado por Saintout en respaldo a un proyecto de inclusión laboral para ex convictos.

El segundo hecho insólito de estos días tuvo como protagonista a un integrante de la Policía de Prevención Barrial, cuerpo que integran federales y gendarmes, y que se supone son agentes de elite, preparados para intervenir en barrios de alta vulnerabilidad social de la ciudad de Buenos Aires. Actúan en la Villa 31, Villa 31 bis, Villa 15, Villa 20 y Villa 21-24 y no deberían perder la calma ni el control bajo ninguna circunstancia. Menos en un estadio de fútbol donde ni siquiera debería haber estado como estuvo el inspector Esteban Rodrigo Juárez, vestido de civil y con su arma reglamentaria. No lo exulpa que, según altas fuentes del Ministerio de Seguridad de la Nación, gozara de estima en la fuerza por sus servicios. Ayer fue sumariado por su actuación en el campo de juego donde Lanús venció a Arsenal por 3-2.

La TV había mostrado al árbitro Andrés Merlos acosado por jugadores del equipo de Sarandí que le reclamaban por su arbitraje y a Juárez protegiendo a los árbitros primero y luego en lo que pareció una discusión con Martín Palermo. Una foto reveló que en la cintura portaba su arma lo que está expresamente prohibido.

La Superintendencia de Asuntos Internos de la Federal abrió un expediente y sumarió a Juárez que no debió ir armado a la cancha pero además no debería tener ninguna actitud objetables. Sus jefes analizan desde una sanción disciplinaria, a días de arresto pero, lo que más les preocupaba ayer, según contaron a El Cronista, es que un policía quede otra vez bajo la lupa en épocas de cuestionamientos por la inseguridad y por la violencia en el fútbol.

En su defensa salió el presidente de Lanús. "Estaba descargada", dijo sobre el arma Alejandro Marón y además explicó que Juárez no es custodio suyo sino el hijo del jefe de seguridad y que sólo estaba allí en calidad de colaborador ad honorem de su padre, un ex policía.