Entre las decenas de decisiones complejas que tiene entre manos el Gobierno, las más relevantes comparten una misma encrucijada binaria: ratificar o cambiar. Ese es el dilema, diría Hamlet. Es que el resultado de los comicios legislativos de la provincia de Buenos Aires fue tan lacerante para los libertarios, que puso en duda casi todo el andamiaje electoral construido en las semanas previas. Hoy en la Casa Rosada se preguntan si los candidatos que defenderán el color violeta en octubre son los mejores que se podrían haber conseguido, y si un acercamiento a los gobernadorespara recuperar poder político debería incluir algún retoque en esa estrategia, como ser retirar la lista anotada a cambio de apoyo legislativo. Sin duda ir por ese camino sería una decisión extrema, que nadie hubiera osado evaluar cuando Karina Milei cerraba las listas con mano de hierro. La derrota no solo borró certezas, sino también la confianza que las impulsó. El Presidente tiene una fe ciega en sus convicciones económicas. Pero le quedó claro que, en términos políticos, hace falta otro tipo de mensaje para que el electorado comparta sus principios y extienda su paciencia para ver mejores resultados. En ese debate interno, su posición es clara: el pedido a su equipo fue modificar lo imprescindible y ratificar la mayor parte posible. Luis Caputo y el BCRA se propusieron demostrar que las bandas cambiarias no son simbólicas, y que si hace falta vender dólares para darles credibilidad, lo harán. Hoy ese principio vale más que el potencial pass trough (el traslado del tipo de cambio a precios), porque la sociedad ya aceptó que si un mes la tasa pasa de 1,9% a 2,1%, la sensación en el bolsillo es casi la misma. Ayer y el viernes hubo ofertas en el techo de la banda y nadie en el mercado las tomó. A través del ministro de Economía, el oficialismo reveló la semana pasada que lo que esperan conseguir en octubre no es solo un número razonable de diputados y senadores (una forma de relativizar un resultado decepcionante) sino gobernabilidad. Por eso el Gobierno todavía busca la forma de complacer a los mandatarios provinciales sin sacrificar la meta fiscal para 2026 de 2,2% del PBI. El mensaje que pronunció Milei buscó encapsular los sacrificios que demandó el plan de gestión (y de paso los traspiés del Gobierno) bajo el lema "lo peor ya pasó", frase que seguramente se repetirá en la campaña electoral. El Presidente enfatizó que si hay voluntad política para los ajustes propuestos, el Gobierno está dispuesto a mejorar el presupuesto de jubilaciones, salud, educación y discapacidad, con incrementos reales siempre y cuando la inflación anunciada (14% promedio anual) se cumpla. "Camino arduo, rumbo correcto", fue su síntesis. Todo dependerá ahora de que los gobernadores más afines y sus representantes en el Congreso también estén dispuestos a mirar hacia adelante.