El año en el que vivimos en peligro
Cierra el 2022 y es buen momento para mirar en retrospectiva y examinar el fu- turo. En un ejercicio de simplificación, este año que termina puede dividirse en dos. En los primeros meses parecía que, a partir del acuerdo con el FMI, la Argentina comenzaría a ordenarse. Sin embargo, Martín Guzmán no tuvo la habilidad ni el sustento político para avanzar en el ordenamiento macro con el que se había comprometido. Al contrario, las idas y vueltas constantes, y la deriva de la política económica generaron nuevas y mayores complicaciones que comenzaron a acumularse. En julio, en medio de un fuerte deterioro del precio de los bonos y dudas respecto a la posibilidad de cumplir las metas con el FMI, Guzmán ‘huyó' del cargo. Durante el breve interregno de Silvina Batakis la situación se deterioró aún más. Y finalmente comenzó una segunda etapa en la que Sergio Massa llegó para hacer lo que Guzmán no pudo, no quiso o no supo, en un acuerdo político con el kirchnerismo, que terminó de desplazar definitivamente a Alberto Fernández.
Carente de peso político propio, Guzmán necesitaba que el Presidente se empoderara y sostuviera su programa económico. Esto nunca sucedió y el enfrentamiento entre Alberto y Cristina terminó entorpeciendo las iniciativas del exministro (donde más quedó en evidencia fue con la postergada actualización de las tarifas de servicios públicos). De hecho, el trinomio ‘albertista' del Gobierno (Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni) fue purgado en este 2022, luego de ser asediado por el kirchnerismo durante meses.
A diferencia de su predecesor, Massa cuenta con volumen político, sumado a que construyó una alianza estratégica con Cristina Kirchner. El tigrense llegó la cartera de Economía para hacer conceptualmente lo mismo que proponía Guzmán: cumplir con el FMI. De hecho, el ajuste que se está aplicando ahora es mucho más duro del que presentaba el discípulo de Stiglitz, dado que, en vez de quedar repartido durante todo el año, todo quedó postergado para el segundo semestre. Parece que, el problema no era tanto la letra del acuerdo sino las discusiones políticas entre el Presidente y su vice, que impedían avanzar.
Planes sociales, jubilaciones y subsidios: el ajuste fiscal acordado con el FMI
El precio de los bonos argentinos viene recuperándose en las últimas semanas, probablemente por el renunciamiento de Cristina Kirchner como eventual candidata, pero principalmente porque los valores tan bajos en los que se encontraban descontaban un descalabro colosal que por suerte no ocurrió. Sin embargo, lo hecho hasta aquí no alcanza para asegurar la estabilidad en 2023. Tal como lo demuestran los problemas que está teniendo el Tesoro para refinanciar su deuda y el reciente recalentamiento de los dólares paralelos, las dudas respecto a la sostenibilidad del rumbo económico permanecen y la situación continúa siendo extremadamente frágil.
Es que muchos de los logros en materia fiscal y, en menor medida, de acumulación de reservas que viene consiguiendo el Gobierno dependieron de "cobrarse por adelantado". Esto ocurrió, por ejemplo, con el dólar soja que no sólo implicó una mayor llegada de divisas sino también un aumento de la recaudación vía retenciones.
Pero la soja que se encontraba atesorada en los silos bolsas ya fue liquidada y el Gobierno deberá esperar hasta fines de marzo para que lleguen los dólares de la próxima cosecha. Considerando, además, el precedente que acaba de crear, llegado el momento seguramente tendrá que aplicar un nuevo dólar soja para incentivar a los productores del campo a vender (habrá que ver también cuál es el impacto de la actual sequía). Con el atraso que sufre el tipo de cambio oficial, la economía argentina tiene serias dificultades para acumular dólares sin recurrir a tipos de cambios especiales o a frenos discrecionales sobre las importaciones.
Potenciar Trabajo con bono y aumento, ¿cuánto cobro en enero 2023?
Así, quedan serias dudas respecto a la sostenibilidad del programa económico, no sólo para todo el 2023, sino para los próximos tres meses. En este marco, ¿cuál será la decisión del peronismo con miras a la próxima contienda electoral? Seguir como hasta ahora pondría en riesgo el acuerdo con el FMI, porque no está claro que puedan cumplirse las metas sin avanzar antes en un ordenamiento macroeconómico más profundo. Avanzar de nuevo hacia el populismo kirchnerista desecharía por completo el acuerdo y pondría en riesgo la frágil estabilidad que hasta ahora Massa ha conseguido.
La tercera opción, un giro definitivo hacia la ortodoxia, sería a costa de la actividad económica (que ya se viene desacelerando) y, por lo tanto, de las chances electorales. Esta dinámica de incertidumbre condiciona la económica y determina sus vaivenes. Lo que se ha demostrado hasta ahora es que en momentos críticos el peronismo que integra el Frente de Todos logró imponer un giro hacia el centro moderado, primero con Juan Manzur, tras perder las PASO de 2021, y luego con Sergio Massa, tras la caótica salida de Guzmán. Con Cristina renunciando a su propia candidatura y el kirchnerismo sin otros líderes competitivos, ese peronismo pragmático podría contar con mayor margen de maniobra.
No obstante, la reciente determinación del gobierno nacional de incumplir el fallo de la Corte Suprema en lo que respecta a la coparticipación de fondos que corresponde a la Ciudad de Buenos Aires siembra nuevas dudas respecto los límites de la moderación. La decisión, acompañada por 14 gobernadores del PJ y aliados, de romper con el orden jurídico de la República es un antecedente que nada bueno presagia.
Puede que el 2023 no difiera demasiado del 2022: seguiremos viviendo en peligro, que no cede por la falta de certezas y la incapacidad de fijar un rumbo sensato y permanente. Sin embargo, si como hasta ahora terminan predominando los sectores pragmáticos y continúan imponiendo su giro moderado, habrá chances de que, al menos, el peligro se acote. Si, por el contrario, los sectores más radicalizados se imponen, puede que añoremos con nostalgia este 2022.
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