

Sólo hay que hacer la lista. Ayer fueron los procesamientos por presunto lavado de dinero de los valijeros juniors, Leonardo Fariña y Federico Elaskar. Pero las causas se acumulan sin piedad. Ricardo Jaime les toma el pelo a las 51 víctimas de la tragedia de Once durante el juicio que lo convirtió en el primer funcionario procesado del kirchnerismo. El vicepresidente Amado Boudou aguarda por un llamado a indagatoria en el caso Ciccone. Y la investigación judicial sobre Ricardo Liuzzi, tras un allanamiento del juez Norberto Oyarbide a una financiera amiga, salpica a su jefe, el influyente secretario Legal Técnico, Carlos Zannini.
Lo cierto es que cada vez son más frecuentes los planteos judiciales que complican a los colaboradores de Cristina Kirchner. Y el temor por el futuro inmediato comienza a transformarse en una pesadilla diaria para todos ellos. Hace dos semanas, el 80% de un millar de participantes en una encuesta de cronista.com opinaron que el kirchnerismo tendrá en 2015 más casos de corrupción que los que tuvo el menemismo en la década del 90. Un caballo de Troya que pocos esperaban y que está radicalizando las reacciones de una sociedad que esperaba mucho más de está década a la que el oficialismo, cada vez con menos entusiasmo, continúa calificando de ganada.













