

Cabe preguntarse cuál es el escenario económico futuro que se abre para el país vecino, y cómo afectará a Argentina. Aunque es claro que la recomposición de la relación bilateral, que pasa por su peor momento histórico, deberá esperar al cambio de gobierno en nuestro país. Hay que mencionar que, más allá de quién resulte ganador en segunda vuelta, para volver al crecimiento será indispensable que Brasil emprenda un cambio en materia de política económica.
La nota que obtiene la economía brasileña en varias dimensiones de sus fundamentos económicos no es buena. Lo más relevante es su baja tasa de inversión (en torno al 18%), que de hecho constituye la menor de todo Latinoamérica. La contracara es una infraestructura deficiente, con importantes atrasos en caminos, puertos, aeropuertos y transporte urbano. La baja inversión es en parte consecuencia de su baja tasa de ahorro, cuyo principal reflejo es la existencia de un creciente déficit de cuenta corriente. Y si bien Brasil cuenta con una cantidad elevada de reservas internacionales, tener déficit de cuenta corriente en un mundo menos líquido es riesgoso.
Además, el mix de política económica actual no fue efectivo ni como impulsor del crecimiento, ni para dominar la inflación. Hay que tener en cuenta que a pesar del bajo crecimiento (que cierra 2014 en apenas 0,3%, asociado en parte al agresivo ciclo alcista de tasas de interés impulsado por el Banco Central en 2013) la inflación está bien instalada en el límite superior de la meta autoimpuesta. Mientras tanto, la cuestión fiscal ha despertado creciente preocupación, dado el elevado nivel de endeudamiento, con un perfil de vencimientos concentrado en el corto plazo y atados a una tasa SELIC en ascenso. Este "mix" refuerza el sesgo bajista de la inversión -por tasas elevadas y erosión de la confianza asociada al deterioro fiscal-, y explica en gran medida el bajo dinamismo de la demanda privada. Lo más probable es que el año próximo Argentina se enfrente otra vez a una demanda poco dinámica desde Brasil, cuya economía se expandiría apenas 1%. Nuestras exportaciones industriales seguirán sin ser traccionadas por el mercado brasileño.
Aunque, según el éxito del giro en la política económica, las perspectivas para Brasil podrían ser mejores en 2016.












