¿Quién paga los platos rotos de la crisis económica argentina?

El aumento del precio de los combustibles que se encontraba congelado desde diciembre pasado devolvió a escena la endeble estructura sobre la que se asienta hoy la economía argentina.

El problema del torniquete aplicado a los precios es que no solo no detuvo la hemorragia inflacionaria, ya que el Costo de Vida se encarece mes a mes, sino que además agravó la otra gran herida: la profunda recesión y el desaliento al ingreso de capitales para la producción, que dejó en el camino a numerosas empresas y alejó inversiones (cayeron 16,5% en el primer semestre, según la consultora OJF), lo que abre un signo de interrogación sobre el futuro del sector privado y deja su huella en las arcas públicas. Con números en rojo, hasta la propia YPF tuvo que pedir una suba en los surtidores para subsistir a una crisis impensada para un país que apuesta al petróleo como motor de crecimiento, pero que hoy le suma el efecto coronavirus a su deteriorado nivel de actividad.

Sobre esta última situación el Indec revelará hoy un dato que graficará el estado en el que se encuentra el país. Marcado por la cuarentena definida ante la llegada de la pandemia, la economía se derrumbó cerca de un 20% interanual en el segundo trimestre del año y con el escenario local e internacional más que complicado, los especialistas consideran casi una quimera que la caída no marque dos dígitos para todo 2020.

El resultado de ello es un abultado déficit fiscal que se hace insostenible en el tiempo y que, seguramente, será el punto central de las discusiones con el FMI para renegociar la deuda.

Por ahora, el ajuste del gasto se observó solo a través del salario, que agita la discusión paritaria al correr atrás de una inflación que no se detiene, y de las jubilaciones, que con el cambio de la fórmula por aumentos decretados, se alinea con la suba del Índice de Precios al Consumidor pero achica la recuperación de haberes prevista para el sector pasivo. Un paliativo para un sistema previsional que agrava su crisis, con el recorte de aportes por la caída del empleo en el sector formal.

En este escenario, así como la suba de precios de los combustibles podría forzar una cadena de aumentos reprimidos por la recesión, ese recorte de ingresos que padece principalmente la clase media, pese a los subsidios con los que se buscó paliar la situación en los últimos cinco meses, también impacta en una menor recaudación y en la posibilidad de alentar una recuperación a través del consumo, más allá de los productos básicos.

Por ello, aflojar el torniquete de los precios es inevitable y tendrá sus consecuencias si no se dispone de una estrategia clara para suturar la herida. Para el Gobierno, la salida a futuro es incluir a todos los sectores en un acuerdo económico y social, algo que parece lejano en tiempos de discusión agitada por la cuarentena y la reforma judicial. Pero abrirse al debate y alcanzar un consenso será indispensable si se pretende ya no pagar el costo sino, al menos, empezar a barrer los platos rotos de la economía argentina.

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