Macri asumió el costo de adelantar lo que proponía el ganador de la PASO

Lo más difícil de evaluar del plan de reperfilamiento de deuda que anunció el ministro Hernán Lacunza, es qué hubiera sucedido si el Gobierno no hacía nada. Desde el mismo momento en que el funcionario presentó las medidas (que se manejaron como una opción desde su asunción), se abrió la discusión sobre qué está bien, qué esta mal y qué se podría haber hecho diferente. Hay fondos de inversión enojados e inversores que plantearán reparos legales a la reprogramación de los plazos de pago de las letras de corto plazo, por ejemplo. Cada uno hablará por lo suyo, y es poco probable que haya posibilidad de contemplar situaciones particulares. Pero lo real es que con la incertidumbre reinante, los mercados ya habían bajado el precio de los bonos argentinos a mínimos compatibles con una situación de default. Con lo cual la expectativa de una renovación voluntaria era cada vez menor, y eso implicaba que todo el capital que no pusiera el sector privado lo iba a tener que poner el Banco Centra. Esto lleva a los dos hechos centrales de la decisión anunciada ayer: preservar las reservas, para que Mauricio Macri no entregue a su sucesor menos de lo que recibió, y no estirar la sangría financiera hasta octubre.

La extensión de los vencimientos, que a la luz de los análisis preliminares parece una medida dura, lo que hace en primer lugar es anular el peor escenario que evaluaba el mercado: una reestructuración con quita de capital. La circulación de papers con hipótesis de esta naturaleza se multiplicó desde las PASO hasta hoy. Su segundo efecto es que deja en manos de Macri y su equipo la definición de este canje voluntario de deuda, con la chance de que sea algo más amigable que el que hubiera instrumentado de todos modos Fernández si accedía a la Presidencia. Para un inversor extranjero, este dato puede ser positivo.

Hacia adentro, el BCRA tendrá más poder de fuego para estabilizar al dólar. Pero sigue siendo clave lo que haga el FMI con el desembolso pendiente. Ayer distribuyeron un comunicado que remarcaba que el organismo seguirá al lado de la Argentina, pero que debía evaluar internamente el paquete anunciado antes de pronunciarse. Macri tendrá que fatigar otra vez el teléfono de sus amigos del G-20 si quiere asegurarse que el plan llegue a buen término.

El Gobierno hizo con la deuda lo que reclamaban Alberto Fernández y Roberto Lavagna: se hizo cargo del costo político de adelantar su refinanciación. Anoche hubo contactos con sus equipos para explicar las medidas y se espera que el Congreso se allane a discutir el tema. Macri se resignó a trabajar para el 2020. Porque con cada día que pasa la ilusión electoral de remontar la derrota en octubre está cada vez más lejos.

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