

La pandemia del Covid-19 que se visibilizó en los barrios populares reveló que millones de familias viven en condiciones no dignas. Solo en el conurbano bonaerense se registran 1726 barrios de estas características, en los cuales el 83% vive sin agua corriente, el 63% sin conexión eléctrica, el 98% sin gas y el 97% sin cloacas. Allí coinciden el hacinamiento, la violencia y la desnutrición.
El Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en su próximo informe sobre Pobreza, posiblemente mencione un 50% de pobres (aunque muchos satisfacen sus necesidades básicas).
El FMI y el Banco Mundial, fundados con el propósito de ayudar a los Países Menos Desarrollados (PMD), ha manifestado reiteradamente desde sus orígenes en 1944 que su principal objetivo es reducir la pobreza del mundo. Incluso, arriesgó que, para fines del siglo XX, buscaría suprimirla por completo.
Ya en 1973, en Nairobi, Kenia, declaraba el entonces presidente del Banco Mundial, Robert S. McNamara, que la pobreza absoluta es "un estado de degradación por la enfermedad, el analfabetismo, la desnutrición y la escualidez tan extremada, que impide al hombre satisfacer sus necesidades fundamentales". Agregaba también que esa "es la situación del 40% de la población de los PMD y que son condiciones de vida tan degradantes que constituyen un insulto a la dignidad humana".
Entonces, Argentina carecía de pobres de las características mencionadas por McNamara y su porcentaje era del 5%.
En resumidas cuentas, estas poderosas instituciones no pudieron cumplir con su propósito. Más aun, en las oportunidades en que volcaron cientos de miles de millones de dólares para ayudar a muchos PMD, los que más se beneficiaron fueron los que tienen más ingresos, no los pobres.
Esto podría explicarse si la economía funcionara como la describe el economista Lester C. Thurow, a partir de su teoría de "La sociedad de suma cero", donde "no se adiciona riqueza, lo que unos ganan, otros lo pierden"; si no hay crecimiento, los que pierden son los pobres.
La importancia del desarrollo económico
En el mundo académico, donde estudian los economistas, incluyendo a los del Banco Mundial, a los del FMI y a los de los gobiernos, no se considera la economía cotidiana, la economía real, sino que son capacitados en el mundo del análisis económico. Por eso, no pueden explicar por qué algunas economías crecen, al mismo tiempo que otras no.
Tampoco se reconoce la importancia del empleo y de los emprendedores -con su espíritu creativo y de innovación- como los factores más importantes del desarrollo económico y de la reducción de la pobreza.
Es por estos motivos que dichos economistas no tuvieron éxito en Puerto Rico (un estado de Estados Unidos) y México, a pesar de que Estados Unidos, por su cercanía, tiene un particular interés en solucionar los problemas de pobreza de estos países -recordemos que Estados Unidos es el principal sostén del Banco Mundial y del FMI-.
Llegados a este punto es importante señalar que el crecimiento y el desarrollo económico, al mismo tiempo que facilita disminuir la pobreza, generan países mejores donde todos ganan.
El desarrollo económico es una realización bastante nueva en la historia de los países. Se comenzó a conocer recién en los albores del 1900 cuando todavía eran pobres Dinamarca, Estados Unidos, Inglaterra y Japón, entre otros.
Cuando Adam Smith escribió su Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, en 1776, salvo la nobleza, sus cortesanos, la cúpula del clero y los altos mandos militares, en el mundo reinaba la pobreza. No se conocía el desarrollo económico: la miseria, la ignorancia y el hambre eran casi una constante.
Por eso resulta clave el libro de Smith, ya que fue el primero en señalar que el trabajo de las personas genera riqueza, que cuanto más personas trabajan, más riqueza se crea en los países y que la prosperidad de los pobres genera mejores mercados. Esa prosperidad de abajo hacia arriba retroalimenta más riqueza y más disminución de la pobreza, creando mejores condiciones para muchas más personas.
Así es que el mundo de hoy es muy diferente al de nuestros padres y más al de nuestros abuelos. Afortunadamente, gracias a las enseñanzas del desarrollo económico, ahora sabemos qué hay que hacer para que millones salgan de la pobreza y tengamos un país mejor.
El seguro de desempleo en Argentina
La inactividad de millones de personas, al mismo tiempo que muchas obras necesarias que no se realizan, hace a nuestro país menos próspero de lo que podría ser, a sabiendas de que del activismo económico surge la riqueza de las naciones.
Según nuestra Constitución Nacional, el Estado debe promover el bienestar general. Las personas, sólo por habitar el suelo argentino, deben tener acceso a viviendas dignas y el Estado debe otorgar los beneficios de la Seguridad Social.
Por ese motivo, una vez que termine la actual pandemia, el Estado, que hasta ahora ha hecho poco en ese sentido, deberá abocarse a la solución de la "Pandemia de la Pobreza" con la misma energía con la cual encaró la del Covid-19.
Para eso, y si queremos menos pobres en nuestro país, debemos promover el empleo en lugar de desalentarlo, como ocurre con la actual Ley de Contrato de Trabajo vigente y las leyes anexas, que, con sus cláusulas indemnizatorias, atacan a los empleadores, a excepción de la industria de la construcción, en la que el despido está a cargo del "Fondo de Cese Laboral".
Esta protección a los trabajadores funciona en los tres países latinoamericanos de mejor desempeño económico antes de la pandemia: Panamá, Perú y Brasil. En Brasil, por ejemplo, en los últimos años salieron de la pobreza 28 millones de personas; su PBI per cápita de 1.229 dólares en 1980 subió a 8.959 dólares en 2018; sus reservas, que en 1980 eran de 7 mil millones de dólares, crecieron a 374 mil millones de dólares en 2018, a la vez que en 2017 recibió 78 mil millones de inversiones del exterior (según la CEPAL).
Por eso, estoy convencido de que para promover el trabajo en la Argentina debe expandirse este sistema a los nuevos puestos de todas las actividades; de cumplirse, se verificará un inédito crecimiento de emprendimientos, inversiones locales y del exterior, empleos con mejores sueldos y millones de personas saldrán de la pobreza.
Gracias al desarrollo económico hoy se conoce qué hay que hacer; requerirá tiempo, claro, pero al final tendremos un país mejor para todos. Por eso, el Gobierno, apenas termine el Covid-19, tendrá la gran oportunidad de crear las condiciones para que millones salgan de la Pandemia de la Pobreza.













