La deuda de la democracia: no asumir que somos los dueños del problema

Para los argentinos, el mayor mérito de la democracia es haber desterrado los golpes militares. A 35 años de la asunción de Raúl Alfonsín, hay un fuerte consenso social de que el autoritarismo no conduce a nada positivo. Pero según un estudio reciente preparado por DAlessio/IROL Berensztein, dos tercios de los que apoyan este sistema de gobierno tienen críticas sobre sus resultados: la principal es que permite la corrupción y la segunda es que no ha permitido generar logros en materia económica, lo cual a la larga solo profundiza la desigualdad.

Pese a lo que afirman las conclusiones centrales del informe, la mayor demanda insatisfecha no es el combate a los negocios apañados entre el Estado y algunos empresarios, o el uso indebido de dinero público por parte de funcionarios de todos los niveles, sino la deficiencia en crear estabilidad económica o disminuir la pobreza.

Por último, la misma encuesta califica a Raúl Alfonsín como el mejor presidente de estos años, con 37%, seguido por Néstor y Cristina Kirchner con 29% y 12%, y Mauricio Macri con 9%. Cuando la pregunta es por el peor presidente, la lista la encabeza Cristina con 42%, seguido por Macri con 38%.

La encuesta permite hacer algunas lecturas. Una de ellas es que todos los valores que enaltecen la gestión de Alfonsín y hacen revalorizar la democracia, no condicen con lo que fue el factor que hundió su gestión: un gigantesco déficit fiscal financiado por el Banco Central que terminó en hiperinflación.

Lo que falta, y es probable que continúe faltando, es un sinceramiento sobre qué puede dar la democracia. Los argentinos se acostumbraron a vivir en un sistema al que le piden más de lo que le dan. Hasta que la sociedad no comprenda que esa brecha se debe cubrir con la generación de más recursos (ni con deuda ni con inflación), lo que celebraremos cada 10 de diciembre es un déficit que no terminamos de entender.

Temas relacionados
Más noticias de democracia
Noticias de tu interés