Con un Presidente golpeado por tener que enfrentar su peor crisis política desde que asumió el Gobierno y agotado después de un fin de semana donde tuvo que tomar definiciones, que no sólo perjudicaron a parte de su entorno fiel, sino a muchos de los votantes del núcleo duro, Mauricio Macri volvió a la carga con un tema que ahora no solo es consciente sino que además se lo exige el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los mercados en general: bajar el déficit fiscal, bajarlo de tal manera que quede en cero.

Pero tal promesa, que tiene que ser aceptada por el mercado (el mercado tiene que creer que la Argentina lo va a lograr), no parece fácil de llevar a cabo ¿Por qué? Los motivos son varios pero hay uno que tiene que ver con la propia historia del país.

La Argentina vivió casi siempre por encima de lo que produjo. Desde 1900 a la fecha, apenas en 10 años el país tuvo superávit fiscal, y desde la vuelta a la democracia, solo en 1993 (fue 0,1%, cuando fue el auge de las privatizaciones durante el gobierno de Carlos Menem), y durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003/2007) y el primer año de Cristina, con la salvedad de que el país, en la mayoría de esos años estaba en default y que había postergado los pagos de la deuda con los acreedores privados.

Fue en 2003 que el superávit primario fue del 2,3% del Producto Bruto Interno (PBI) y el fiscal del 0,5%. Un año más tarde el país logró 3,9% de ahorro primario (sobrecumplió la meta que era de 3%) y tuvo un fiscal de 2,6%.

En 2005, siguieron los números positivos con 3,7% (primario) y de 1,8% (fiscal). En 2006, el primario fue de 3,5% y el fiscal no cambió. Ya en 2007 el primario cayó a 3,2% (a pesar de contar con el dinero que llegó a las arcas del Estado por la eliminación de las Aseguradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP).

En 2008, el año del conflicto con el campo, tuvo un superávit primario de 3,2% y un fiscal de 1,4%. Un año más tarde, lo que se intuía pasó: la Argentina, ya sin el empuje que le había dado el precio de la soja y con el gasto creciente, volvió a tener déficit fiscal, situación que no logró torcer Cristina y tampoco Macri.

Ahora, la fórmula que intenta el Gobierno para lograr déficit cero, es reducir ministerios y subir impuestos. Es decir, gastar menos y recaudar más. La otra parte del trabajo ya la hizo el mercado: la devaluación es la herramienta que históricamente hace que la Argentina logre bajar, al menos en buena parte, el déficit fiscal.