BCRA: el brazo armado de una corporación política ladrona

En la Primera Conferencia de Génova, celebrada en 1445, los gobiernos establecieron oficialmente el patrón oro y eliminaron la posibilidad de la acuñación privada. Así, el monopolio de la acuñación sentó las bases para que se produjeran "recortes" oficiales en las monedas, al tiempo que se decretaba el curso forzoso de las mismas, lo cual, significaba una sustracción de recursos a los ciudadanos y la desarticulación de los precios relativos. Por otra parte, luego de establecido el monopolio de la acuñación y el curso forzoso, los gobiernos impusieron el monopolio de la convertibilidad. En definitiva, esto último significaba la instauración de organismos estatales con la función de tomar depósitos en metálico y emitir contra ello los recibos correspondientes.

De este modo, los gobiernos descubrieron la posibilidad de emitir estos recibos sin el correspondiente metálico y con ello financiar el gasto público evitando la necesidad de recurrir a impuestos. Sin embargo, cuando esta política trascendía, el público tendía a convertir sus recibos para obtener el metálico, lo cual implicaba una corrida contra las cajas de conversión, por lo cual, para eludir los efectos de dichas corridas los gobiernos suspendían la convertibilidad.

Así, luego de varias crisis monetarias de origen fiscal, finalmente los gobiernos decidieron quitarse la máscara y así decretaron terminar con la convertibilidad. De este modo, manteniéndose el curso forzoso, la clausura de las instituciones de conversión inexorablemente condujo a la aparición de la autoridad monetaria. En este contexto, la autoridad monetaria debía establecer la cantidad de moneda y, de esta manera, influir en el poder adquisitivo de la misma. Por lo tanto, el origen de los bancos centrales no es más que una estafa "legal" contra aquellos que depositaron bienes tangibles a cambio de unos papeles que prometían un repago que luego fue repudiado. Si bien el mecanismo de conversión desapareció, la estafa, bajo el formato de dinero fiduciario persiste y la manifestación de ello es la inflación.

En este sentido, la historia del Banco Central de la República Argentina (un apéndice de la nefasta corporación política) es la prueba palmaria de la existencia de un estafador serial a escala colosal. Previo a la creación del BCRA en 1935, la base monetaria crecía a una tasa anual promedio del 6,1%, mientras que la inflación era del 3,4%. A su vez, en los primeros 10 años de operación, cuando era mixto, la cantidad de dinero pasó a crecer a un ritmo promedio del 13,6% anual, mientras que la inflación trepó al 6%.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Luego de la estatización del "órgano de descontrol monetario" en el año 1946, se pueden diferenciar tres períodos. El primer período va desde la estatización del BCRA hasta 1991, donde la cantidad de dinero creció a un ritmo promedio del 176% anual, al tiempo que los precios lo hicieron al 225%.

Es más, dentro de los logros monetarios del BCRA en dicho período, se registran momentos de alta y muy alta inflación, dos hiperinflaciones y la destrucción de cinco (en rigor seis) signos monetarios. Por ello, a lo largo de los años, los agentes, para preservar su poder adquisitivo demandaron menos moneda local, y con ello amplificaban los efectos inflacionarios de la emisión monetaria.

Luego de semejante catástrofe, se terminó repudiando al dinero doméstico y en abril de 1991 se implementó el Plan de Convertibilidad, el que, mediante una ley, establecía que el BCRA sólo podría emitir contra dólares a una paridad 1 a 1. Al mono salvaje se le quitaba la navaja y el resultado fue contundente. La tasa de emisión promedio entre 1991 y 2001 se ubicó en el 16% anual, mientras que la inflación fue del 9% anual. Sin embargo, en 2002, bajo promesa de que esta vez sería diferente, el salvaje primate recuperó la navaja y su resultado no sorprendió. De 2002 a 2016 la tasa de emisión promedio trepó al 28% anual y con ello la inflación ascendió al 21%. Dicho desastre no ha sido gratis. La diferencia en la tasa de crecimiento de la economía por pasar de una inflación superior al 20% anual a una menor al 5% es de 1,58% por año. Esto es, los más de 80 años del BCRA nos han privado de tener un PIB 3,5 veces mayor al presente.

Por lo tanto, habiendo visto que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario y los costos que ha implicado para el país, la pregunta es ¿por qué no podemos parar de una vez y para siempre la máquina de imprimir billetes? Y ahí, como todas las pestes que azotan a éste país desde hace más de 70 años, la respuesta está en John Maynard Keynes, quien señalara: "Un gobierno puede vivir largo tiempo imprimiendo dinero. Por este medio puede obtener el control sobre recursos reales, los que son tan reales como los obtenidos por la tributación. Lo que se recauda emitiendo billetes se toma del público del mismo modo que a través de un impuesto a la cerveza o un impuesto al ingreso. El público paga lo que el gobierno gasta. No existe déficit que no se cubra".

En definitiva, la historia monetaria argentina no es más que la contracara del despilfarro fiscal, por lo cual, ello nos indica que el Banco Central es un mecanismo por el cual la corporación política estafa a los individuos de bien creadores de riqueza y que no es una locura intentar eliminar al BCRA, sino que, además, a la luz de la calidad humana, ética y moral de la corporación política argentina, la verdadera locura es tenerlo.

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